miércoles, 29 de septiembre de 2021

CALLE NA JORDANA. VALENCIA

 MIRANDO HACIA ARRIBA

Si vamos deambulando por el barrio del Carmen, concretamente por la famosa y fallera calle de Na Jordana por la acera de los pares a la altura del número 30, vemos una larga serie de antiguos edificios de planta y tres pisos muy bien rehabilitados, y al fondo el campanario enfundado de redecilla negra protectora de desprendimientos de la Iglesia de la Santísima Cruz, la del Carmen. 

Vista de la calle Na Jordana hacia el Carmen. Foto E. Goñi, mayo 2021.

Nos encontramos con que en el siguiente patio, el 32, notaremos algo diferente, una anomalía, para empezar el edificio está bastante atrás de la acera concretamente a la altura de otra calle paralela, la de Gutenberg, y sobre todo tiene una altura impresionante para la zona. Son diez pisos, más del triple que el resto por sus alrededores, parece que hace unos cuarenta años o el constructor se equivocó o el munícipe que autorizó esa altura se creía en Nueva York o por lo menos en Benidorm. 

Aspecto de la anomalía en Na Jordana 32. Foto E. Goñi, mayo 2021.

Lo más curioso es que si damos la vuelta hacia la calle Liria y volvemos a girar a la de Gutenberg nos encontramos con la sorpresa de que esta calle está cortada por un edificio de planta y piso con escalera exterior antes de llegar a la finca en cuestión. Otra anomalía. Eran épocas en que se permitían cosas muy raras en aras del modernismo. 

Vista de la calle de Gutenberg, al fondo el pequeño rascacielos. Foto E. Goñi, mayo 2021. 

Conjunto antiestético de los edificios Na Jordana 32 y 30. Foto E. Goñi, mayo 2021. 

 Texto de Enrique Goñi Igual

lunes, 27 de septiembre de 2021

ADEREZOS Y PEINETAS CARMELO GARCÍA

Fachada Sanchis Bergón nº 23.- 2021.- Esteban Gonzalo

Cuantos tantos comercios históricos y talleres artesanos han cesado en su actividad en los últimos decenios, es muy loable la decisión de quienes se echan al ruedo en el competitivo mercado actual. Y eso hizo Carmelo García Llorca cuando en 1984 y sin antecedentes artesanos montó un taller en el número 13 de la calle Lepanto para fabricar botones y complementos metálicos para confección.  

Al comprobar poco tiempo después que había fuerte competencia asiática, su mujer, Ana María Arance, sugirió que como eran falleros por qué no dedicarse a fabricar aderezos y peinetas. Y eso hicieron a partir de 1987, al mismo tiempo que, paulatinamente, fueron dejando la fabricación de botones y complementos metálicos. 

El matrimonio, su hija y Fran.- 2021.- Esteban Gonzalo

En la calle Sanchis Bergón nº 23, a donde se trasladaron en el año 2008, tienen la tienda, con amplia y llamativa exposición de aderezos y peinetas, y un bonito retrato de una joven vestida de valenciana, su hija Silvia, para que los compradores foráneos vean como son colocados en la cabeza los complementos que fabrican en el taller de la trastienda, el matrimonio, su hija, y el empleado Fran. 

Fallera Mayor y muestrario de peinetas.- 2021.- Esteban Gonzalo

Me dice Carmelo, que la foto es del año 2015, cuando su hija fue Fallera Mayor de la comisión Humanista Mariner-Manuel Simó de València. 

Firma muy conocida que vende a cualquier lugar del mundo los complementos que les pidan para los atuendos de festejos españoles, al estar facilitado por las redes sociales y las comunicaciones que permiten llevar el reparto a cualquier destino. 

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

sábado, 25 de septiembre de 2021

EL PALACIO DE BENICARLO

 

1919 - De cuando a raíz de vestirse de largo Sara San Millán se celebró una fiesta en el palacio de la plaza de San Lorenzo. Eso deberemos a los marqueses de Benicarló y sus hijos Sara y Willie, ante la posibilidad de conocer el interior de tan suntuoso palacio aprovechando la celebración de una fiesta que habría que retrotraerse por muchos años para saber de otra mejor. 

Aquel día (no se corresponde con el de la foto) la tranquila plaza de San Lorenzo se vio alterada en la noche ante el numeroso público que deseaba presenciar a los invitados, los más selectos de la sociedad valenciana del primer tercio del siglo XX. La Guardia Municipal montada trataba de dejar paso libre a los coches que se adentraban por el zaguán del Palacio de Benicarló. 

Nos habla el cronista “de su espléndida escalera; del hall, de un gusto exquisito, con muebles de estilo español; del salón de estilo Imperio, tapizado de damasco crema, donde, sobre cuyas consolas y centros hay una valiosa colección de porcelanas; del salón de baile, estilo Luis XV con el techo pintado por el eximio artista Pinazo; de sus antesalas; de la sala de billar, con tapicería de rojo damasco; del saloncillo japonés; del soberbio comedor, sobre cuyos aparadores refulge la plata de candelabros y bandejas; del amplio corredor que da acceso a los salones y en el que se guarda una rica colección histórica: vasos de Alcora, platos salidos de las alfarerías de Talavera y Manises, arcones de riquísima talla, bargueños de múltiples departamentos con incrustaciones de concha, arquillas valiosísimas, hierros que la forja y la antigüedad les dio valor y mérito. 

Y entre las colecciones de arte existentes, basta citar los nombre de Rubens, Van-Eyck, Juan de Juanes, Mainó, Ribalta, Rioxano, Jacomart, Vicente López, Orrente, Zurbarán, Alonso Cano, Sorolla, Garneló, Juste, Ramirez, Agrasot, Pinazo que acreditan los diferentes cuadros, tablas y bustos. 

Y el glamour de la noche, bajo la batuta de la marquesa de Benicarló, elegantísima, ataviada con una rica toilette de charmeusse marrón, y luciendo un soberbio collar de brillantes montados en platino.

Y aunque queda mucho que contar de los innumerables detalles que alberga su interior, nos detendremos en el buffet, que fue abierto toda la noche, instalado en el comedor de estilo Regencia, donde sobre las blancas mantelerías se ofrecía el rico yantar servido en bandejas de plata, y en vasos de cristal tallado los helados, como punch reparador, y decorando la mesa si no era poco lo ofrecido, centros de argenteria y cristal, las flores de la tierra.

La servidumbre, toda ella vestida de rojo, calzón corto y librea azul, colores de la casa.

jueves, 23 de septiembre de 2021

APOLO BAJO LAS AGUAS DE PINEDO

 

Apolo de Pinedo

Como era de esperar, pronto la prensa se hizo eco del hallazgo. Era el año 1963, concretamente el día 8 de diciembre, cuando hallábase buceando Ramón Chichell a unos diez metros de profundidad y a 300 de la costa de Pinedo. Algo que sobresalía de la arena del fondo le llamó la atención, era un pie. Tardó poco en llegar a la orilla para hacer partícipes a otros tres submarinistas, y con la ayuda de ellos adentrándose de nuevo en el mar sacaron a flote una importante figura de tamaño casi normal a la de la estatura humana. Antes que nada hay que decir que se trata de una pieza de gran valor internacional, ya que por su tamaño es única de la época romana en lo referente al bronce.

Volvamos al rescate: Le faltaba una pierna y por el tiempo pasado bajo el mar, los restos de moluscos y las algas habían hecho su efecto. Analizada y fechada  la figura,  correspondía al siglo II, o incluso IV a.C. debiendo ser copia romana de una griega. Por la semejanza, se trataría del dios Apolo Delfineo.

Apolo de Pinedo antes de su restauración

La cabeza vencida hacia delante ligeramente, como si el cuello no pudiera soportar su peso, y su barbilla asciende de manera pronunciada. Ligeramente encogida la pierna izquierda, con seguridad para afirmarse en un asiento, y la pierna derecha hacia delante con el pie dirigido hacia el exterior. La zona de los glúteos recortada, como si estuviera sedente sobre una roca, era lo más seguro, ya que en época helenística las divinidades se representaban en un espacio natural.

¿Cuál sería su destino? Lo más probable es que por las dimensiones no fuera a ocupar un domus o una villa rústica romana, sino que iba en camino hacia  un lugar público, bien fuera civil o religioso.

¿Ocurriría un naufrágio de la nave que lo transportaba? ¿O tal vez se rompiera y se desecha en el mar ?

En el Museo de Prehistoria de Valencia

Una vez encontrada la otra pierna, la figura limpia y restaurada se colocó en el Museo de Prehistoria de Valencia, al alcance del público, que uno tras otro y a su paso hicieron brillo de sus genitales; alguien pensaría que ese hecho dotaría mayor potencia sexual. Hubo que instalar una mampara de metacrilato, que de no ser así ahora sería un dios griego sin atributos.

Texto de Amparo Zalve Polo

martes, 21 de septiembre de 2021

RUZAFA. PARROQUIA DE SANTA MARÍA GORETTI

 IGLESIAS, CONVENTOS Y MONASTERIOS DE VALÈNCIA

Nos situamos en la Gran Vía de las Germanías, en el número 22 tenemos una finca de cuatro plantas convertida en la Parroquia de Santa María Goretti, mi impresión es que es muy probable que pueda proceder de una donación o una herencia. A su lado la finca blanca que sustituyó al cine Coliseum, el Coli.

 

2019 -Entrada de la Parroquia de Santa María Goretti. Foto E. Goñi.

No la podemos clasificar como iglesia de “Planta baja”, aunque lo parece, ya que toda la finca es la parroquia y además como sustituto de lo que yo considero casi imprescindible para que una iglesia sea considerada como tal es el campanario o espadaña. Una campana debe poder sonar llamando a los feligreses, aunque ahora existe un sustituto o apoyo creado el pasado siglo: los altavoces, que en algunos casos hacen el papel de campanas. Aunque también he apreciado que últimamente suenan poco las campanas y suenan poco los altavoces. 

Vista general de la Parroquia. Foto E. Goñi, noviembre 2019.

Si nos fijamos en la parte superior de la torrecilla de la izquierda podemos ver un altavoz apuntando hacia parte izquierda y otro como mirando al frente, son buenos para llamar a la feligresía. 

Texto de Enrique Goñi Igual.

domingo, 19 de septiembre de 2021

LIBRERÍA REGOLF

 

Fachada en Mar 22.- Archivo Familia Regolf

La larga historia de Regolf comenzó cuando Natalio Regolf Hernández, después de jubilarse como secretario del Ayuntamiento de Valencia, decidió ampliar conocimientos, y en julio de 1910 le compró a José María Alpuente los negocios de imprenta y papelería que tenía en el número 13 de la calle En Sala y en el 50 de la calle del Mar. 

En 1936, los hijos de Natalio, que ya gestionaban la empresa, trasladaron la librería y papelería al número 22 de la citada calle del Mar. Propiedad que pasó a Fabio Regolf Pérez, quien fue comprando su parte a sus cinco hermanos. Le sucedió su hijo Fabio Regolf Terrasa, y a éste su nieto Fabio Regolf Calabuig, actual gestionador, quien en el año 2016 tuvo que solventar el problema de trasladarse a otro lugar al no estar de acuerdo con el alquiler que quería cobrarle el propietario del bajo. 

Fachada de Mar 47.-  Archivo Familia Regolf

Pero no se fue muy lejos, a un centenar de metros, como informó a sus clientes, al número 47 de la misma calle, y poniendo la misma rotulación que en el anterior local. Pero sólo la librería, ya que en los años noventa del pasado siglo suprimieron la imprenta y lo mismo hicieron poco tiempo después con la papelería, cuyas ventas habían disminuido mucho.

Fabio Regolf Calabuig en Mar 47.- 2021.- Esteban Gonzalo

Nuevo local, pero el mismo interior, un paraíso de libros, guías, mapas y planos, para viajeros, montañeros, alpinistas, senderistas y cicloturistas. También sobre naturaleza, historia principalmente de València,y un largo etcétera, con enorme cantidad de publicaciones en los últimos decenios.

Exposición en Mar 47.- 2019.- Archivo Familia Regolf

Acreditado Regolf en el bajo que en el 2015 dejó libre Valdesca, una librería, conocida por su peculiar oferta literaria,que comenzó su singladura en 1979.

Amplia exposición para pasar el tiempo sin notarlo, aunque si el interesado tiene prisa, Fabio Regolf Calabuig le soluciona rápidamente su necesidad informativa.

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

viernes, 17 de septiembre de 2021

EL TRIBUNAL DE LAS AGUAS AMENAZADO

El Tribunal de las Aguas - en años sarracenos conocido como el Tribunal de los Acequieros- se corresponde con una de nuestras más clásicas instituciones  cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos.

Su utilidad radica en dirimir las diferencias entre los regantes de nuestra huerta, que toma las aguas del río Turia a través de sus ocho acequias, las conocidas por sus nombres de Tormos, Mestalla, Rascaña, Quart, Benacher, Mislata, Favara y Rovella, y que en representación de cada una de ellas, los síndicos -en tiempos antiguos acequieros- reparten su justicia sin que cualquier otro tribunal pueda amparar recurso alguno.

Tras escuchar la denuncia del regante que se considera perjudicado y las alegaciones del denunciado, tras los impactantes “parle vosté” y el “calle vosté” de los síndicos, los componentes del Tribunal dictarán sentencia, para, y en su caso, dar paso a otro regante que se ha visto perjudicado en sus derechos, si es que le pertenecían, ante la defensa de otro.

El momento de su origen moruno se desconoce, pero lo cierto es que tras las conquista de Valencia por Jaime I, el monarca entregó a los huertanos sus acequias, con la facultad de regar libre cuando quisieran, pero con el añadido de “segons que antigament és e fo establit e acostumat en temps de sarrahïns”

Ello prueba la existencia de un Tribunal moruno que administraba y resolvía las cuestiones derivadas por los riegos.

Tribunal de las Aguas que en cruciales momentos históricos tuvo que defender su personalidad diferenciada de cualquier otro, como lo fue durante las Cortes de Cádiz. Una amenaza a su integridad que sufrió y llevó a su desaparición, pero defendido por el diputado por el Reino ante aquellas Cortes, don Francisco Xavier Borrull y Vilanova, que en brillante y documentado estudio llegó a determinar hasta el califa que lo había instituido. 

Y por esta defensa el Tribunal de las Aguas mantuvo su jerarquía para impartir justicia en su lugar de siempre, antiguamente conocido como Lloncheta de la Seu, cerrado por una verja, por concesión de Jaime I; pequeño espacio situado ante la Iglesia Mayor, con anterioridad mezquita y más tarde y de nueva planta Catedral de la ciudad.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

UN CABALLO QUE ACABÓ EN BALNEARIO

Esta sorprendente historia sucedió allá en los años veinte cuando un industrial, Enrique Miralles, que vivía en el centro de la ciudad tenía un caballo de pura raza, un capricho de equino para cualquier amante de montarlo. Tanto llamó la atención de un amigo suyo poseedor de un terreno en el Cabañal, que le hizo la proposición de realizar el intercambio, un terreno por un caballo. En un principio parece así contada una idea descabellada, pero vamos a ver como no lo fue tanto, la suerte del destino llamó a la puerta de Enrique.

En esa época había ausencia de agua potable en la zona del Cabañal y como el hombre y su esposa construyeron en la parcela un chalet, requirió los servicios de un pocero que perforó hasta 49 metros y de allí comenzó a brotar agua a borbotones, apareció un buen manantial. Imaginemos la alegría del matrimonio.

Solo era el comienzo de un hecho que les iba a cambiar la vida, a ellos y a muchas personas más.

La pareja hizo un viaje al norte de España y a París. Allí se comercializaba un aparato mecánico que se usaba para lavar ropa. Se le ocurrió la idea de traerse varios para montar un negocio, ya que había encontrado esa gran cantidad de agua en su terreno. Montaron una lavandería moderna para el Cabañal con dos puertas de entrada, la principal daba a la calle Progreso. Se llenaba de propietarios de hoteles, de sábanas, mantas e incluso fundas de asientos de coche.

Cerca de su casa vivía un matrimonio que frecuentaba la lavandería. La esposa era diabética y su salud no era muy buena debido a ello. El agua del lavadero salía fresca y se veía apetecible de beber. Conforme iban pasando los días la mujer iba encontrando mejoría apreciable. Cuando pasaban días en la ciudad notaba como empeoraba. ¿Sería el agua de la lavandería? Así lo pensaron. ¿Mira que si era el agua fresca y apetecible lo que le disminuía la glucosa?

Como sucede en estos casos, comenzó una constante peregrinación para beber en la lavandería del agua curativa. Diabéticos de todas partes acudían para llenar sus garrafas y tener en casa. Se armó un gran revuelo en prensa. Tanto fue que en 1933 se llevó una muestra al Laboratorio Químico Municipal para ser analizada, al menos que no tuviera efectos nocivos para la salud.

Ahora aparece la tercera persona de la historia, Emilio de Palma Rosetti.  Lógicamente si era tan milagrosamente curativa, lo que procedía era la creación  de un balneario, algo a lo que Enrique Miralles acobardó. Él ya tenía un buen negocio que le iba “viento en popa”, y para qué iba a emprender otro. Emilio de Palma le ofreció una pensión vitalicia mensual de 1500 pesetas para el matrimonio, y en el caso de fallecimiento de uno de ellos, para el que quedará se reduciría a la mitad.

Así es como se convirtió la lavandería en un balneario. Para embellecerlo se modificó la fachada y se rodeó de hermoso jardín, con algunas palmeras de su vecino huerto de Robillard.

El mayor homenaje que tuvo Enrique Miralles  de toda esta historia es que al balneario se le puso el nombre de  Sellarim “que era el apellido leído al revés.

Texto de Amparo Zalve Polo

lunes, 13 de septiembre de 2021

VELLUTERS. HOSPITAL, CAPITULET

 ERMITAS DE VALÈNCIA

Ca. 1950 - Archivo Municipal 

Estamos ante un pequeño edificio que recibe el nombre de Capitulet y que dudamos si definirlo como ermita o como capilla privada. Fue construido en 1730 dentro de los terrenos que ocupaba el Hospital General de València, hasta que éste fue trasladado en 1960 a su nuevo emplazamiento en la avenida de Tres Cruces. Después del traslado quedaron en su solar unos pocos edificios, entre ellos el que estamos tratando, dedicando el resto del solar a jardines.

La tradición nos cuenta que el Capitulet lo edificó la Cofradía de Nuestra Señora de los Inocentes Mártires y Desamparados en el mismo lugar del antiguo Hospital en el que unos tres siglos antes se había fabricado y ya recibía culto nuestra actual Patrona la Virgen de los Desamparados. La capilla además de servir de oratorio era el punto de reunión de la Cofradía, es decir el lugar donde se celebraban los Capítulos.

 Aspecto actual del Capitulet. Foto E. Goñi, noviembre 2019.

¿Quizá la podríamos definir como una ermita privada? Por si acaso la incluyo entre las ermitas valencianas, ya que como mínimo goza de una notable antigüedad.

 Espadaña del oratorio. Foto E. Goñi, noviembre 2019.

Texto de Enrique Goñi Igual.

sábado, 11 de septiembre de 2021

LA REVITALIZADA FERRETERÍA GALÁN HA CUMPLIDO 75 AÑOS

María José Galán en 1950 en la calle Cirilo Amorós,-Archivo familiar.

Cuando en el año 2017 falleció María José Galán, que había continuado la gestión de la ferretería que creó en 1945 su padre, Vicente Galán Vila, en el número 68 de la calle Cirilo Amorós, chaflán con la también calle Conde Salvatierra de Álava, el dueño del local les dijo a María José, Nuria y Cristina, hijas de Alfredo Jovani y de María José Galán, que había caducado el contrato de alquiler, sin darles opciones de negociación. No se arredraron, y como en el refrán, a mal tiempo buena cara, se constituyeron en sociedad, encontraron un local donde poder atender a los clientes en el número 20 de la calle Nave, y allí trasladaron el mobiliario y las restantes instalaciones. En una calle que está recobrando la vitalidad de años atrás.No tiene amplios escaparates, pero tras franquear la entrada, un largo pasillo, con exposición variada a ambos lados, acompaña a los clientes hasta el mostrador, ubicado en un ensanchamiento, donde María José y Nuria los atienden.

Vicente Galán Vila señalando la altura máxima de la riadas del 14 de octubre de 1957.- Archivo familiar.

Menaje, utillaje, herramientas, tornillería, herrajes, sanitarios, iluminación, bricolaje y variados utensilios, para que los clientes vayan viéndolos, sin tener que rebuscar en cajones y armarios, salvo casos especiales, ya que el buen paño en el arca no se vende. Hacen copias de llaves y de mandos, así como mosquiteras a medida.

Para copiar llaves y mandos.- 2021.- Esteban Gonzalo

Y al día con las nuevas tecnologías, ya que están conectados a Zona Ferretería, una ventana abierta a los productos que ofrecen los comerciantes de la cooperativa donde están integrados para poder atender cualquier petición de sus clientes. 

Fachada calle Nave.- 28-04-2021.- Esteban Gonzalo

En la calle Nave ha cumplido setenta y cinco años el comercio que fundó Vicente Galán Vila, abuelo de María José, Nuria y Cristina, después de muchos años trabajando en la desaparecida Ferretería Ernesto Ferrer, que estuvo en el bajo de un edificio, esquina de la calle Las Barcas con la actual plaza del Ayuntamiento

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

jueves, 9 de septiembre de 2021

SAN JUAN DE DIOS, UN ASILO ENTRE BARRACAS

 

Cuando finaliza el año 1886 llega a Valencia la Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios dispuestos a prestar su diaria ayuda a los dementes del Manicomio Provincial. Inicialmente se instalan en una casa de la plaza de Cisneros donde recogen algunos niños huérfanos, pobres, raquíticos, escrofulosos y lisiados, lugar donde permanecen unos siete meses. Como el lugar es insuficiente por el aumento de niños asilados, el asilo se traslada en mayo de 1887 a un edificio situado en el segundo callizo de Santa Mónica, y firman con su dueño un contrato para ocho años. La obra humanitaria que había sido inaugurada en Granada, encuentra gran acogida en Valencia, por lo que la implantación y gracias a las ayuda recibida, es rápida en la ciudad, y quedan, otra vez, muy pronto pequeñas las instalaciones del barrio de Sagunto.

Gracias a las ayudas que reciben los religiosos de San Juan de Dios, en 1892, fijan su atención en el anuncio de venta de una hermosa finca cercana a la playa de la Malvarrosa y la estación de la Cadena, que adquieren en propiedad. 

Un bienhechor entrega a la Orden la cantidad de 10.000 pts. lo que facilita su  compra a plazos. 

Sobre la antigua alquería se levantan dos pisos y como son muchos los valencianos que hacen sus aportaciones como respuesta por los muy buenos cuidados a los niños, los Hermanos Hospitalarios construyen otro de nueva planta sobre un proyecto del arquitecto Francisco Mora, obra que se inicia en 1907.


Como ejemplo del buen cuidado, he aquí la comida que se sirve a los niños: a las 7 de la mañana café con leche y panecillo o arroz; a las doce sopa, cocido, principios, postres y vino, y las 7 de la tarde sopa, cocido, principios, postres y vino. Y por esta dieta que se ofrece, junto a un riguroso higiene, el alejamiento de cualquier enfermedad esta asegurado. El azote del sarampión, la gripe, la viruela, etc, no tiene presencia en el hospicio. Y sí se dejan ver, son vencidos en muy poco tiempo.

El Asilo San Juan de Dios fue construido con rapidez y el 21 de mayo de 1908 se procedió al bautizo de la campana de la Iglesia por el capellán mayor del Asilo, y a su final, los padrinos obsequiaron a los asilados con dulces y con un lunch a los invitados al acto, mientras la sección de música daba un concierto en el que destacaba, entre otras, la voz del segundo sacerdote del centro hospitalario. 

A su final, tanto el superior del Asilo, P. Calvo, como la Comunidad y los padrinos recibieron entusiastas felicitaciones.

martes, 7 de septiembre de 2021

MUSEO PARA VALENCIA: UNA IDEA DE VICENTE BLASCO IBÁÑEZ

 

1921 - Recién llegado a Valencia

“En favor de los ideales hemos cambiado el alma de Valencia, ha llegado el momento que transformemos su cuerpo, que bien lo necesita”.

Comparaba la ciudad con las otras ciudades del norte de España y Castilla pensando que Valencia había quedado estacionada. Se le aglomeraban las ideas por su ciudad, para que no despareciese la Valencia tradicional, la de los sainetes de Escalante, la de las poesías de Llorente, la que tantos y tantos pintores  había dado la tierra.

Debió gestarse la idea hacía ya dos meses, antes de poner un pie en la Estación del Norte a su regreso a Valencia, un día de mayo de 1921. Estaba entusiasmado por transmitir a las autoridades su proyecto, engrandeciendo así la ciudad y dejando una obra imperecedera. Estaba seguro que sería escuchado, pues era bien conocida su valencianía.

Debía hablar con periodistas, literatos, obreros, artistas, escritores, toda persona que estuviera dentro del orden artístico, para crear no un museo, sino el “Museo Valenciano”. “Un museo donde las labradoras y labradores sean vestidos con brocados de seda. Donde la loza tiene todo el nacarado del mar, de este mar Mediterráneo, y tiene el oro, el azul y el blanco de las puestas de sol y de la aurora de nuestro cielo”. Así se pronunciaba emocionado en los discursos preparados para hablar sobre ello.

Hubo una recepción en la que el novelista incluso le dio estructura al museo:

Al comienzo, una sala con fotos modestas y una especie de Partenón con todos los intelectuales que han escrito novelas, poesía e historia valenciana. No podía faltar el lugar reservado para nuestra pesca, la navegación con nuestras costumbres, a las grupas cuando corren la joya. Representaciones de la vida valenciana a través de figuras de cera resultaría fácil, se ocuparían los artistas falleros. A ellas se les pondrían trajes valencianos, y los extranjeros que vinieran pudieran ver la cocina de una barraca por la noche, cuando la madre guisaba la cena, y el padre, que cansado de la faena se sentaba en la silleta de cuerda. Tampoco faltaría la representación de una boda en la que la novia pedía “per agulletes” a todos los presentes. Todo se lo pidió entusiasmado al alcalde y a casi la totalidad de los concejales durante la recepción.

Archivo Municipal

Habló de estar dispuesto a contribuir económicamente en aquella gran obra y en sus últimas palabras se atrevió a decir: “Si Valencia, si su Ayuntamiento, nos da el Palacio Municipal, que nos lo dará, si todos trabajamos llenos de entusiasmo, sobre todo la juventud, todas estas asociaciones y el Centro de Cultura Valenciana, podemos hacer una obra magnífica”.

Ya todo estaba previsto y su visto bueno, reuniéndose el comité y acordando que se llamaría “Museo Etnográfico de Valencia”. José Benlliure sería el presidente, Almarche vicepresidente, y como secretario Maximiliano Thous.

Se repartieron las tareas, y mientras tanto Blasco se fue a crear su refugio en Mentón.

Pasados los meses, como una bocanada de humo se esfumó.

En 1983 abrió sus puertas el actual Museo de Etnología de Valencia. El palacio Municipal se quedó sin museo.

Texto de Amparo Zalve Polo

domingo, 5 de septiembre de 2021

VÍAS METÁLICAS PARA CARROS - I

El Camino Nuevo al Grao.

Muy pocos años después de que Jaime I conquistara València declarándola capital del nuevo reino, que aportó a su corona de Aragón, el 27 de mayo de 1249 ordenó la creación de un nuevo pueblo justo al lado del mar, en la costa cercana a la capital. Así nació Villanueva del Grao, que desde entonces fue considerado como una calle más de València, con lo que la ciudad tenía un acceso, difícil, pero directo al mar. A partir de ahí nacieron los diversos intentos de realizar un puerto que facilitase el intercambio de mercancías desde otros lugares de la corona y no un desembarcadero en el que los buques debían echar el ancla alejados de la costa por falta de profundidad, y a través de pequeñas embarcaciones cargar y descargar las mercancías con el sobrecosto económico que ello conllevaba.

Puerta de entrada a Villanueva del Grao. Grabado ca. 1850.

Así se mantuvo el Grao con variados intentos de realización de un puerto, hasta que en 1826 se independizó de la capital dando lugar a  Villanueva del Grao; también su zona pesquera, hoy Cañamelar-Cabañal se independizó con el nombre de Pueblo Nuevo del Mar, ambos fueron reincorporados a la ciudad en 1897, cuando, por fin, ya se había comenzado la construcción de un auténtico puerto.

Plano Municipal de Villanueva del Grao en 1856. A destacar a la derecha las vías del nuevo ferrocarril y el Cementerio. Abajo en el centro el Camino Nuevo del Grao.

Hasta fines del siglo XVIII, para comunicarse con la capital hubo tres caminos fundamentales, el hoy casi desaparecido Camino de Algirós enlace con la zona pesquera, el llamado Camino Viejo, hoy calle Islas Canarias y más al sur el Camino Hondo del Grao, hoy  poco reconocible. Dado lo intenso que llegó a ser el tráfico de carros de transporte desde la ciudad al puerto y lo estrecho de los anteriores caminos, el Ayuntamiento solicitó a su arquitecto en 1788, entonces Vicente Gascó, la creación de un nuevo camino amplio y más directo que uniera capital y puerto.

Grabado de Laborde del Nuevo Camino del Grao. A  la izquierda la muralla de València y su plaza de toros desmontable, en el centro el puente del Mar y a la derecha el desaparecido convento de san Juan de la Ribera.

En 1802 el rey Carlos IV inaugura el nuevo camino de unos 30 metros de amplitud, que comienza a los pies del puente del Mar y va junto al río (hoy Alameda) hasta la plaza de Aragón desde donde va directo (Av. del Puerto) hasta la antigua puerta del Grao, en el Óvalo del Grao, muy cerca de donde estuvo el paso a nivel ferroviario. Desde allí para alcanzar el puerto continuaba por la estrecha y sinuosa calle Mayor del Grao y salía del Grao convertido en un camino de grandes losas hasta el puerto.

Grabado con vista del convento de san Juan de la Ribera desde la curva del Camino Nuevo del Grao, mirando hacia la ciudad.

El camino inicial disponía de 10 metros de amplitud de los treinta metros proyectados con amplios laterales y estuvo realizado con la mejor técnica del momento, modelo macadam (McAdam), es decir una base de piedras grandes, cubierta con una capa de unos 10 centímetros de piedra más menuda y sobre  ella otra capa de piedras del tamaño de una nuez, todo muy bien apisonado. A ambos lados del camino se plantaron dos hileras de plátanos de sombra para proteger del sol a los carreteros y a los viandantes. Pese a todo, como veremos, el nuevo camino quedaba muy deteriorado en cada etapa de lluvias debido a las rodadas y había que repararlo muy a menudo, como todos los de la ciudad, con un fuerte gasto por parte del Ayuntamiento.

Parcial de plano de 1883 de la zona marítima.

En el parcial de plano de 1883 podemos ver la llegada del camino Nuevo del Grao al municipio del Grao, sus vecinos de Pueblo Nuevo del Mar con el añadido de las vías ferroviarias al puerto y hacia Barcelona, más la del tranvía ya en funcionamiento hasta la playa.

Texto de Enrique Goñi Igual