viernes, 17 de septiembre de 2021

EL TRIBUNAL DE LAS AGUAS AMENAZADO

El Tribunal de las Aguas - en años sarracenos conocido como el Tribunal de los Acequieros- se corresponde con una de nuestras más clásicas instituciones  cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos.

Su utilidad radica en dirimir las diferencias entre los regantes de nuestra huerta, que toma las aguas del río Turia a través de sus ocho acequias, las conocidas por sus nombres de Tormos, Mestalla, Rascaña, Quart, Benacher, Mislata, Favara y Rovella, y que en representación de cada una de ellas, los síndicos -en tiempos antiguos acequieros- reparten su justicia sin que cualquier otro tribunal pueda amparar recurso alguno.

Tras escuchar la denuncia del regante que se considera perjudicado y las alegaciones del denunciado, tras los impactantes “parle vosté” y el “calle vosté” de los síndicos, los componentes del Tribunal dictarán sentencia, para, y en su caso, dar paso a otro regante que se ha visto perjudicado en sus derechos, si es que le pertenecían, ante la defensa de otro.

El momento de su origen moruno se desconoce, pero lo cierto es que tras las conquista de Valencia por Jaime I, el monarca entregó a los huertanos sus acequias, con la facultad de regar libre cuando quisieran, pero con el añadido de “segons que antigament és e fo establit e acostumat en temps de sarrahïns”

Ello prueba la existencia de un Tribunal moruno que administraba y resolvía las cuestiones derivadas por los riegos.

Tribunal de las Aguas que en cruciales momentos históricos tuvo que defender su personalidad diferenciada de cualquier otro, como lo fue durante las Cortes de Cádiz. Una amenaza a su integridad que sufrió y llevó a su desaparición, pero defendido por el diputado por el Reino ante aquellas Cortes, don Francisco Xavier Borrull y Vilanova, que en brillante y documentado estudio llegó a determinar hasta el califa que lo había instituido. 

Y por esta defensa el Tribunal de las Aguas mantuvo su jerarquía para impartir justicia en su lugar de siempre, antiguamente conocido como Lloncheta de la Seu, cerrado por una verja, por concesión de Jaime I; pequeño espacio situado ante la Iglesia Mayor, con anterioridad mezquita y más tarde y de nueva planta Catedral de la ciudad.

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