Las piedras por supuesto no hablan, pero en un claustro se puede escuchar el silencio de ellas, donde cada rincón guarda años de historia y de serenidad. En este caso una relajada fotografía nos produce esa calma que se le ofrece al hombre absorto en sus pensamientos, quizás escuchando el silencio que esas piedras le transmiten, las que conforman el claustro del Colegio del Patriarca.
Abordaré el tema de las columnas de este tranquilo claustro con cierto rigor porque de cada lugar se puede sacar historia, y estas tienen la suya.
Lo primero que se tiene que saber es que no fueron hechas ex profeso para el claustro. Eran unas columnas que estaban enterradas en los puertos de Cartagena y Alicante, propiedad de la familia del Duque de Pastrana. Estaban destinadas para algún palacio.
El Patriarca Ribera se encaprichó con ellas y las adquirió en 1596. Lo que no imaginaba es lo que iban a tardan en llegar. Las piezas desde Alicante llegaron rápidamente, pero el problema surgió cuando las de Cartagena no llegaban, porque resulta que estaban embargadas.
Tras varios años se resuelve el embargo entre el Patriarca y el apoderado de la Duquesa de Pastrana. A fecha de 23 de agosto de 1599 todo el lote de columnas ya se encontró en Valencia, acabando así el largo proceso de la compra del lote italiano.
Otro problema llegaba ahora. Como venían de donde venían, unas cuantas llegaron en mal estado. En total fueron dieciocho. Nueve eran grandes, las dóricas, y otras nueve, las pequeñas, las jónicas. De modo que estas dieciocho agraviadas no podían servir para carga, y se tuvieron que utilizar como cantoneras, o para la portada o los retablos. Veintinueve grandes y veintiocho pequeñas son las que formarían el claustro.
Otro inconveniente más que se añadía: Como tardaron tanto en llegar, el diseño del claustro ya estaba hecho, y hubo que organizar un proyecto nuevo para adaptarlas sobre el anterior.
Hubieron otros elementos relacionados con ellas que no fueron de origen italiano, sino del cantero Guillem del Rey, con piedra de Ribarroja, tal como los pedestales dóricos, los arcos y entablamentos dóricos y jónicos.
A partir de ahora cuando lo visitemos ya podremos recrearnos en unas columnas que también tuvieron historia.
Texto de Amparo Zalve