1954 - Los domingos era cuando íbamos mucha más gente, sobre
todo familias para pasar el día, y en primera línea, cerca del mar, estaban
puestos muchos toldos y sombrillas con mesas y sillas para comer allí, y
también hamacas. Esto era para alquilar. Nosotros nunca los utilizamos.
Además de esos toldos
individuales, había también, al lado, un sombraje muy grande, de cañizo
o algo así, para protegerse del sol, y muchísimas mesas y sillas plegables que
montábamos al llegar, para comer allí, y poder estar todo el tiempo que se
quisiera a la sombra. Esto era gratis, y allí es donde los domingos íbamos con
mis padres.
Todos los días, entre semana, iba con mis hermanos mayores,
pero eso casi siempre, era solo por la mañana. En la parte de las chicas, había
una pasarela, de madera, que empezaba en la arena y entraba en el mar. En la
parte de chicos también había otra. Era como de un metro de ancho y bastante
larga. Al final tenía unos escalones para poder entrar al mar si se quería, sin
tocar la arena.
También nos gustaba a veces sentarnos allí simplemente para
meter los pies en el agua y estar en contacto con el mar esperando
pacientemente que pasara el tiempo de hacer la digestión para podernos bañar,
que en aquellos años se decía que tenía que ser por lo menos 2 horas y media o
3.
También había un personaje muy importante, el barquero, se
llamaba Simarro.
Siempre estaba allí, en su barca, una pequeña barca de
remos, y un gran sombrero de paja para protegerse del sol, a pocos metros de
donde se dejaba de hacer pié, vigilando por si alguien tenía algún problema.
Nos gustaba llegar nadando a donde él estaba, simplemente para pasar un rato
allí, cogidas al borde de la barca descansando y hablando con él de cualquier
cosa, porque era muy simpático, y también si queríamos nos daba agua para
beber.
Todos los domingos por la mañana había un Concurso de Arte
en la arena. Podían participar todos los que quisieran. Hacían auténticas
preciosidades sobre la arena seca, dibujos, castillos o cualquier otra cosa en
relieve. Luego pasaba un Jurado y adjudicaba los premios, que
comunicaban por el altavoz.
En octubre de 1954 ocurrió algo también muy impactante para
todos nosotros.
Vino a hacer entrega de las Copas que se habían ganado en
distintas competiciones celebradas ese verano, natación, patines de agua,
frontón, pin pon, baloncesto, y no recuerdo si algo más, nada menos que Don
Francisco Franco, acompañado de muchas personas. Por supuesto vino también el
Señor Arzobispo, D. Marcelino.
Las tardes de los domingos eran muy entretenidas. Siempre
había algún espectáculo, casi siempre teatro, y a veces zarzuela. Venían
compañías, supongo que de aficionados, pero lo hacían muy bien, la mayoría de
las veces obras de humor.
Estas representaciones las hacían en una explanada muy
grande que había detrás del edificio de las chicas y allí no había nada. Todos
los días se podía jugar o hacer cualquier cosa, pero los domingos por la tarde
estaba destinado al teatro.
Arrimadas al edificio había muchísimas sillas amontonadas
una encima de otra y lo que teníamos que hacer era cogerlas y colocarlas
delante del escenario que ya estaba montado, y les poníamos cintas, cinturones
o lo que fuera para que se supiera que era nuestro sitio reservado. Cuanto
antes fuéramos mejor sitio cogíamos, pero nunca faltaban ni sillas ni sitio,
porque el espacio era muy grande.
Por supuesto esto era todo sin pagar nada.
Antes de empezar la Obra de esa tarde, salía un señor, el
señor Giner, (no recuerdo su nombre de pila), al escenario, para saludar y
hacer, poniendo mucha emoción, la presentación de la Obra que iban a
representar y de la Compañía que la haría. Siempre terminaba diciendo:
! Qué bien se pasa en Benimar !
Texto de Mª Amparo Lleó Morilla