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jueves, 29 de abril de 2021

DETENIDA LA DESCUARTIZADORA DEL CINE ORIENTE

 

1950 - Cine Oriente 

Un suceso que conmovió a todos los valencianos de mitad del siglo XX.  Un cine situado en un edificio de la calle Sueca de Valencia, concretamente en el numero 22. El edificio en sí era de construcción del 1917, y comenzó su andadura como sala de cine en 1919 con el cine Progreso, en la época del cine mudo, hasta que en 1943 tomó el nombre de cine Oriente. Así en sus sesenta y cuatro años de existencia fue pasando de mano en mano y de nombre en nombre hasta llegar a cinco distintos: Progreso, Oriente, San Carlos, Acroy y Junior.

Era en este momento el cine Oriente un local pequeño y alargado al que había que sacarle provecho. Ya no estaba necesitado de ciertos elementos que tenía el anterior local del cine Progreso y la solución para sacarle más espacio era la de eliminar las estancias que no se usaban, como el escenario, los camerinos y un pequeño anfiteatro. Frente a la escasez de luz urbana en horarios de invierno, se colocó una apropiada marquesina, que a la vez de proteger de las posibles inclemencias meteorológicas, con tres focos grandes se solucionaba la penumbra.

Ustedes me disculpen por tratar el tema con ironía, o mejor dicho con sarcasmo, pues parece que suena menos acusante, pero es que el temita se las trae y considero que de esta manera puede resultar menos macabro.

Malvivían juntos en un piso contiguo al local el conserje y la limpiadora, ambos separados de sus antiguas parejas, que el propietario del cine les había prestado desde hacía nueve años. En cartel “La muralla invisible” para ese 30 de junio de 1950.

Se hicieron altas horas de la madrugada cuando el hombre volvió a casa en estado de embriaguez. Pese a su curda, no tardó en darse cuenta de las papeletas de empeño, descubriendo que la mujer había estado en el Monte de Piedad, ya que dada su situación económica le faltaría para llegar a fin de mes. Se enzarzaron en una discusión en la que no faltó de nada, hasta llegar al extremo del intento de estrangulamiento del hombre a la mujer. Como era lógico, esta lo evitó y de un empujón el hombre cayó contra la pared golpeándose con un objeto de hierro a ella adosado: en realidad era una viga. Llegaron a compartir cama aquella noche, pues la mujer creyendo que había quedado inconsciente por el golpe, lo metió junto a ella. Al volver el día se dio cuenta de que el muerto estaba muy muerto.

Podemos imaginar el pánico que le entró y pensó cómo disimular el desenlace. Para ello se le ocurrió la macabra idea de descuartizarlo, con el fin de que. poco a poco, a pedacitos, lo iría sacando del hogar. Valiéndose de una sierra de arco que el difunto utilizaba para arreglar los asientos del cine fue apoderándose de ese cuerpo. Digno de una novela negra el hecho de que su propio instrumento de trabajo sirviera ahora para despedazarlo. Se ve que no tendría otra cosa a mano.

Se dice que le costó cinco horas a la susodicha, poco tiempo para hacerlo sola, por lo que también se comenta que pudiera ser ayudada por una sobrina que trabajaba en el local de Mercedes Viana, la conocida Sala Mocambo. Y no queriendo entrar en coincidencias, la sobrina vivía en el desafortunado edificio conocido por  sucesos de muertes en extrañas circunstancias situado en las esquinas de la Avenida Pérez Galdós y la calle Cuenca, llamado coloquialmente “La finca maldita”. Pues bien, la muchacha fue posteriormente una más de las muchas víctimas de este edificio.

Pero volvamos con el hombre. De momento permanecía en el edificio, y ahora la misión era cómo hacer para sacarlo de allí, (aunque dé yuyu, hay que hablar preciso: troceado) donde ya estaba dos días y los clientes se quejaban del olor fétido de la sala de cine y con razón.

Lo primero que la mujer hizo fue enviarle a Barcelona (en espíritu, claro) justificando así su ausencia. El resto, pues preparar tres cajas de diferentes tamaños. El primer lote con las extremidades va a la calle Filipinas, junto a la vía del tren. El segundo, no le da mucho tiempo para pensar y se queda en la esquina de la calle Sueca, este con el tronco. El tercero, pues le tocó una caja más pequeña, una metálica de galletas, que como tan solo era la cabeza cabía perfectamente. La llenó de tierra y estiércol y fue a un cuarto trastero detrás del escenario (tras “La muralla invisible”).

Cumplió condena de seis años y cinco meses. Al salir tomó refugio en el Barrio del Carmen. Ah, y se me olvidaba, también cinco mil pesetas, que ya era mucho en esa época, ahora 30 euros. ¿Qué empeñaría esta vez?

Al cine de barrio que ofrecía en aquella época dos películas de reestreno se perdieron las ganas de ir, por lo que cambió de nombre al de San Carlos (¿Por qué sería?). En 1956 por el de Cine Acroy y en 1961 Cine Junior, hasta que cerró sus puertas en 1981.

Quedó esta macabra historia para el recuerdo, y es más, nos la recordaron en 1997, al producirse un film sobre ella a mano del director Pedro Costa. Puede que nos apetezca buscarla y verla, ¿O no?

Texto de Amparo Zalve Polo 

martes, 27 de abril de 2021

DE FARMACIA CAÑIZARES A CAFÉ SANT JAUME

1922 - Llibret de falla

Desde 1985 las vitrinas y el mostrador de nobles maderas del bajo correspondiente al número 51 de la calle Caballeros albergan botellas de variadas bebidas y refrescos. Reutilizan el espacio donde hubo medicamentos y productos minerales y vegetales para preparar “fórmulas magistrales” en el laboratorio de una histórica farmacia.

La abrió Rafael Cañizares Domingo, oficialmente en 1892 según listado de colegiados del M.I. Colegio de Farmacéuticos, quien tuvo como continuador a su hijo Rafael Cañizares Martín, que en 1942 se trasladó a un bajo, mayor y muy bien ubicado, en el entonces número 39 de la plaza del Mercado, y traspasó en enero del año siguiente la primitiva botica a otro titulado.

 2020 - Fachadas calle Caballeros 51 y plaza del Esparto 1 - Esteban Gonzalo

Vicente Más Gómez, que estaba familiarizado con vinos y bebidas, ya que su padre, Juan Mas, gestionaba una bodega en la citada calle Caballeros, compró en 1984 la entonces farmacia San Jaime y la transformó en el Café Sant Jaume, respetando la decoración interior y exterior del bajo de un edificio, de estilo ecléctico y con cuatro alturas para viviendas, construido en la segunda mitad del siglo XIX y con rehabilitaciones en 1912 y 1992, cuyo patio de entrada está en el número 1 de la plaza del Esparto.

2020 - Vicente Mas y un  cliente.- Esteban Gonzalo

Como el local comercial es pequeño, informan que tienen salón interior, pero a los clientes del Café les place acomodarse alrededor de las mesas que colocan bajo cuatro árboles del paraíso, que en invierno dejan paso libre al sol y en verano protegen con ligera sombra, ante la fachada este del establecimiento, correspondiente al nº 1 de la mencionada plaza del Esparto, para tomar lo que les apetece con la tranquilidad de la escasa circulación de vehículos. Es el café más emblemático de la Ciudad, famoso por su buena agua de València.

2020 - Artesonado - Esteban Gonzalo

Sus llamativas fachada e interior, con bellos artesonado y bajorrelieve, aportan calidad a esa parte de Ciutat Vella.

Bajorrelieve.- 10-11-2020.- Esteban Gonzalo

Está en el catálogo de locales protegidos por el Ayuntamiento y tienen el Premio-Homenaje que la Cámara de Comercio de València entrega a los comercios centenarios.

En el laboratorio de la farmacia de la calle Caballeros número 63, después 47 y finalmente 51, descubrió Rafael Cañizares Domingo en 1896 el ungüento llamado al principio Universal, ya que lo consideraban muy eficaz para muchas patologías dérmicas. Sus descendientes continuaron preparando el famoso medicamento Cañizares con su fórmula original hasta el año 2008, cuando nuevas normativas prohibieron la inclusión de sulfamidas.

                                Anuncio en 1915.- La Correspondencia

Cambios de numeración en la calle Caballeros en la primera mitad del siglo veinte, principalmente motivados por el derribo de edificios de estrecha fachada para la construcción: de otros con mayor amplitud y La Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer, posteriormente Teatro Talía, inaugurada en el año 1928.

Un acreditado Café que está a la espera que desaparezca la pandemia del Covid-19 para poder atender con asiduidad a conciudadanos y visitantes.

Del plano catastral 1944 - Archivo Javier Gironés

Mi agradecimiento a la historiadora Julia Cañizares Ivars, hija de Rafael Cañizares Bellot, al arquitecto Javier Gironés Roselló, y al Muy Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de València, por las informaciones históricas y urbanísticas recibidas.

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

domingo, 25 de abril de 2021

TEMPLETES CALLE XÁTIVA

 MIRANDO HACIA ARRIBA


Edificio Unión y Fénix. Postal de época, ca. 1950.

En esta amplia calle originada por el derribo de las murallas que envolvían la ciudad de València, y que ahora tiene a uno de sus lados el Instituto Luis Vives y por el otro la Estación del Norte y la Plaza de Toros, en el chaflán con Marqués de Sotelo, frente a la Estación, tenemos un edificio notable como es el que se construyó en 1929 para sede local e inversión económica de la compañía de seguros “La Unión y el Fénix Español”.

Vista en 2019 del conjunto Instituto y edificio Unión y Fénix.

El edificio tiene en su parte central superior una gran cúpula rematada por un águila, sobre la que se apoya un hombre, todo el conjunto sostenido por un hermoso y grandilocuente templete.

Conjunto del templete y cúpula. Foto E. Goñi, enero 2019.

Se corresponde, junto con el templete del cercano edificio del “Chavo”, en uno de los edificios más fotografiados por los turistas que nos visitan, en cuanto salen de la estación del Norte. Las alturas bien merecen una atenta mirada, todo es belleza arquitectónica.

Detalle del águila. Foto E. Goñi, diciembre 2019.

Justo enfrente del águila tenemos otra águila en la Estación del Norte, que vale la pena admirar también, está sobre una bola del mundo en el centro de la fachada.

Águila de la Estación del Norte, Foto E. Goñi, febrero 2019.

Frente a la Plaza de Toros tenemos un edificio que ahora es de oficinas, que fue el conocido Hotel Metropol, famoso por acoger a los toreros por su cercanía a la Plaza, y que debe ser de las mismas o cercanas fechas que su vecino, en el cual desde puntos algo alejados podemos ver en su parte superior una construcción que no logro acabar de diferenciar entre un templete, un miramar o pudo ser una lujosa suite del desaparecido hotel.

Vista del Miramar del exhotel. Foto E. Goñi, noviembre 2019.

Texto de Enrique Goñi Igual.

viernes, 23 de abril de 2021

UN SEPULCRO PARA LOS MARQUESES DE ZENETE

 

«Item declaro y declaro que si yo muriese en estos reinos de España, 

en qualquier parte e lugar dellos, que mi cuerpo sea llevado a sepultar 

a la capilla de los tres reyes que es en el monasterio de los predicadores 

de la ciudad de Valencia del Cid, que la majestad cesarea del Emperador

 nuestro señor fue servido deme hacer merced, y que sobre mi sepultura tan

solamente se ponga una lancha de alabastro igual de la tierra, sin otro vulto

 con u letrero en que se diga como mi cuerpo yace alli sepultado, y se declare

 el dia de mi finamiento porque las personas que lo vieren y leyeren y me

conocieren en esta vida, tengan memoria de rogar a Dios por mi anima».

Testamento de Mencía de Mendoza. Burgos, 1525.  

Don Rodrigo Hurtado de Mendoza y de Vivar había sido nombrado Capitán General del Reino de Valencia por Carlos I y sobre él recayó la responsabilidad de sofocar la guerra de las Germanías; tiempo en el que murió su esposa María de Fonseca, y pocos años después Don Rodrigo, Marqués de Zenete, en 1523.

Y fue la hija de ambos, Mencía de Mendoza, quien se inclinó por el Convento de Predicadores para dar sepultura a sus padres. Virreina de Valencia y casada con el Duque de Calabria, falleció tres décadas después, para ser enterrada junto a sus progenitores, cumpliendose de esta forma su testamento.

El lugar elegido para el sepulcro fué la Capilla de los Reyes del convento dominico, cuya obra fue encargada al arquitecto genovés Juan Bautista Castello, el Bergamasco, quien tuvo la ayuda Giovanni Carlone y Giovanni Orsolino, paisanos suyos.

La construcción de tan precioso sepulcro fue gracias al privilegio del emperador Carlos, y si fueron unos cuantos años para que estuviera dispuesto, que lo fue en 1563, su tardanza fue debida a que doña Mencía quería que surgiera de las manos de los mejores escultores, siendo Luis de Requesens quien contrató a sus autores.

El sepulcro, todo de mármol, se corresponde con un túmulo adornado con amorcillos, cartelas y calaveras, símbolo de la muerte que a todos alcanza. Dos  estatuas de mármol hueco, yacentes,  representan a los padres de doña Mencía, situado en el centro de una capilla de gran belleza y atrevida construcción en 1439 por Francesc Baldomar, uno de los autores de las Torres de Quart. 

miércoles, 21 de abril de 2021

LA ISLA ENTRE HUERTAS


En medio de la huerta de Algirós, donde sólo pasaba el ramal de una acequia, la de Mestalla, donde se plantaban alcachofas y poco más que una cuadra para galgos, una fundición y una vaquería. En medio de la nada, como nada una ciudad que aún no se había abierto hacia el este, hacia el mar.

Formó parte del Plan 5000 viviendas para erradicar el chabolismo en Valencia en un principio y más tarde cobijó a muchos damnificados por la riada del 57.

Oficialmente era el Grupo Paseo al Mar, lo de la Isla Perdida era por su singularidad al constituir un grupo de cemento y hormigón en medio de un mar huertano, aunque por muchos años el vecindario ha luchado por retirar el adjetivo y ya no es “perdida”, es La Isla, totalmente integrada en el actual mar, pero ahora de cemento que fue devorando los bloques dejando de quedar aislados.

La construcción comenzó en 1952, con discreta arquitectura ornamental. En una nueva zona que debía enlazar la ciudad con los poblados marítimos, mediante la prolongación del Paseo Valencia al Mar. Sobre una parcela que se hizo en dos fases:

La primera fase de 456 viviendas de cuatro bloques iguales, entre ocho y nueve alturas, paralelos y perpendiculares al paseo. La segunda fase, 300 viviendas más, con una gran manzana rectangular, de entre siete y nueve alturas, disponiendo de un jardín central.

Fueron inaugurados en 1962.

Texto de Amparo Zalve Polo

lunes, 19 de abril de 2021

DE SALAZONES MARZAL A ROPA LABORAL TRENCH

  

Alejandro Lurbe Zuriaga, hijo de Federico Lurbe Sancho, dueño de Confecciones El León, decidió emanciparse y creó en 1993 “Ropa laboral Trench”, en el bajo del nº 27 de esa calle, donde estuvo hasta ese año Salazones Marzal, gestionado por los hermanos María Dolores y Vicente Marzal.

Es el continuador familiar en el negocio textil desde que su hermano cambió El León de confecciones a bar en el año 2012.

Fachada calle Trench.- 2020.- Esteban Gonzalo

Junto con su vecina ferretería Gran Menaje, el joyero Miguel Segarra y la tienda El Café de Camilo, cerca de la plaza Lope de Vega, son los supervivientes de comercios anteriores a este milenio que han quedado en la calle Trench, tras ser mayoritariamente colonizada por tiendas de recuerdos enfocadas hacia turistas.

Alejandro ante repletos estantes.- 2020.- Esteban Gonzalo.

Ropa Laboral Trench atiende una faceta importante, la venta de atuendos específicos para cada tipo de trabajo: casacas, chaquetas, camisas, pantalones, buzos, casullas, estolas, delantales, guardapolvos,…

Incluso los zuecos ultraligeros EVA, confortables, transpirables, antibacterianos y antideslizantes, que proporcionan ventilación y evitan el sobrecalentamiento del pie, con el añadido de micropuntas que lo masajean. 

Especifican que son ideales para personal sanitario en contacto con equipos eléctricos y en salas de Rayos X. 

Comercio que atienden Alejandro y su esposa Anahara Orient.

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

sábado, 17 de abril de 2021

VELLUTERS. SANTA LUCÍA

 ERMITAS DE VALÈNCIA

Aspecto de la ermita sobre 1940

En la calle del Hospital esquina a Guillem de Castro está posiblemente la más antigua ermita de València. Se sabe que la Cofradía de Santa Lucía ya existía en 1395, año en que el cofrade Matías Coloma legó sus bienes para comprar el terreno y comenzar el primitivo edificio inaugurado en 1400, del que todavía permanecen restos incorporados en la actual bóveda. La ermita fue prontamente rodeada por el conjunto de edificios que formaron el antiguo Hospital General.

La actual fachada del edificio es de 1925, y desde 1981 con el traslado del conjunto de edificios del Hospital General a la avenida del Cid, la ermita quedó exenta con todas sus fachadas al aire, lo que por cierto nos permite comprobar que la ciudad ha crecido hacia arriba más de un metro y medio desde el primitivo suelo original de la ermita.

Vista lateral de la ermita. Foto E. Goñi, noviembre 2019.

En la siguiente imagen se pueden ver las campanas de la espadaña, la hornacina con la imagen de santa Lucía y el azulejo con las fechas de 1400, cuando fue inaugurada y 2012, fecha de la última restauración. Recordamos que su fiesta es de las pocas que todavía mantienen en València la celebración de un “Porrat”, precisamente es el último del año, el 13 de diciembre. 

Parcial de su fachada. Foto E. Goñi, noviembre 2019.

En la foto del atardecer se aprecian tres puertas, la central es la de la ermita, la de la izquierda pertenece a un zaguán y la de la derecha a la vivienda de los caseros y oficinas de la Cofradía.

Fachada de la ermita. Foto E. Goñi, enero 2019.

Conozco de primera mano una anécdota de la época de nuestra triste y desgraciada guerra civil, que paso a detallar. 

En 1936 uno de los habitantes de la ermita era una joven muchacha de nacionalidad francesa, sobrina carnal de los caseros, llamada Claudia Bayo Gaboyard. Al comenzar el 21 de julio la quema de templos a uno de los cofrades, el abogado Enrique Badenes, conocedor del caso, se le ocurrió pedir ayuda al Consulado Francés en València y obtuvo un documento oficial con todo lujo de membretes y sellos del Consulado que literalmente decía: CAMARADA AQUÍ VIVE UN SÚBDITO FRANCÉS, RESPETA ESTE EDIFICIO. 

El documento fue colocado en las puertas de la ermita, así, con esta estratagema se salvó de la quema la muy antigua ermita de santa Lucía y la casa de la Cofradía con su archivo, imágenes, pinturas, reliquias, etc. Fue una acertada estrategia que protegió lo que en aquellos convulsos momentos parecía imposible de proteger. 

Texto de Enrique Goñi Igual

jueves, 15 de abril de 2021

EL PALACIO DE LOS SORELL

 
Archivo Municipal

Bernat Sorell fue un gerundense afincado en Valencia cuando finalizaba el siglo XIV. Con el negocio de los tintes amasó una gran fortuna. Su hijo Tomás, en la década de 1460, construyó una gran residencia en el barrio del Carmen, mediante la compra de solares anexos al taller de tintes.

La familia Sorell había logrado un considerable ascenso social y el biznieto de Bernat, Baltasar Sorell, estaba considerado como uno de los diez personajes más importantes del Reino, muy vinculado a la corte de Fernando el Católico, siendo su esposa dama de la reina Isabel.

Fue Baltasar Sorell quien torno a 1485 quiso embellecer el palacio familiar con una importante remodelación que se vio paralizada en 1506, año del fallecimiento de "el molt sabut en l'art de la pedra" Pere Compte, de quien se cree fuera el impulsor del proyecto.

La influencia de la corte castellana en Baltasar podría ser la causa de las inscripciones en la paredes del Palacio, tales como la de su portada, “lo que tenemos falece y el bien obrar no perece”, o el friso de su gran sala interior con la leyenda “qué fabrica pueden mis manos fazer que no faga curso según lo pasado”, frase tomada de unos versos de Juan de Mena.

El que fuera Palacio de Mossén Sorell, desaparecido tras un voraz incendio en 1878 que en la actualidad nos lo recuerda un mercadito construido sobre su solar.

martes, 13 de abril de 2021

¿TE ATREVES A SUBIR EN LOS URALES?

Eso se preguntaría durante la visita a la Exposición  Regional de 1909 en la ciudad de Valencia.

Un enorme gigante, un gran  invento de hierro que demostraba que la Maquinista Valenciana tenía gran capacidad tecnológica y empresarial. Se presentaban los más novedosos avances industriales de principio del siglo XX.

Una enorme construcción de 100000 kilos de peso en metal, frente al Teatro Circo y en el extremo opuesto de la puerta principal de acceso de una exposición que ocupaba 16 hectáreas.

La empresa metalúrgica citada tuvo que pedir refuerzos a EEUU de cierta maquinaria para poder trabajar estas grandes cantidades de hierro que formaban un óvalo alargado con una torre de 20 metros de altura en un extremo. Contenía esta torre el ascensor de la atracción, con dos pisos, que ahora contaré su función, no sin antes decir que el recorrido de todo el circuito tenía 250 metros de longitud y un desnivel de 6 metros.

El viajero se iba a la búsqueda del ascensor, que lo conducía a la segunda plataforma, el punto más alto de la torre en el que se podía subir, a una altura de 14 metros sobre tierra. Una vez allí, montaba en una vagoneta de madera y metal, que lo trasportaba por todo el recorrido entre hierro y desnivel, para volver a la torre de donde salió  con un frenado manual. 

La parada era sobre la primera plataforma, esta ya era a 8 metros del suelo. Y aquí podían ya escoger, o poner los pies en tierra firme, o demostrar su valentía. 

El que quería continuar la aventura aún le quedaban 25 metros más, eso sí, en un bonito bote que se deslizaba hasta un lago central. 

Luego pasaba una barca para llevarlo a tierra firme.

Tras el cierre de la Exposición Regional, Los Urales viajaron al Saturno Park de Barcelona en 1911. 

Allí estuvo dieciocho años, hasta el año 1929 que fue desguazado y vendido como material metalúrgico. 

Texto de Amparo Zalve Polo

domingo, 11 de abril de 2021

MANTEQUERÍA MOSSI

1957 - Calle Maestro Palau

En el número 4 de la calle Maestro Palau, del distrito Extramurs, está Mantequería Mossi, un establecimiento de barrio con variadas viandas, entre ellas exquisiteces, cuya historia comercial se remonta a los primeros años cincuenta del siglo pasado.

En 1953 José Mossi tenía un puesto de venta en el Mercado Central y un almacén en el mencionado número 4 de la calle Palau, al que tras las adaptaciones correspondientes se trasladó en 1957.

Un ultramarinos donde trabajaron hasta cinco personas y servían pedidos a domicilio.

2020 - Jesús Ramírez tras el mostrador - Foto Esteban Gonzalo

Jesús Ramírez La Osa, que con 14 años entró como aprendiz en el año 1969, le compró la tienda al señor Mossi en 1987 y continuó gestionando el establecimiento cuyas ventas han disminuido por la competencia de autoservicios y supermercados, de tal manera, que desde el año 2010 es dueño y único dependiente.

2020 - Llamativo escaparate para los viandantes -  Esteban Gonzalo

Ha intentado traspasarlo, sin conseguirlo hasta ahora, ya que cumple la edad de jubilación este año y sus hijos tienen otras actividades. 

Espero que tenga suerte y continúe Mantequería Mossi atendiendo a su clientela con su gran variedad de productos, incluidos vinos, bebidas y conservas de prestigiadas marcas.

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

viernes, 9 de abril de 2021

LOS RIPERTS EN VALÉNCIA

 ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES TRANVIARIAS

Vista de una Tartana. Foto de Laurent ca 1870.

El ripert como veremos tiene una total relación con el tranvía, ya que nació para competir con él.

En la segunda mitad del siglo XIX comenzaron las grandes ciudades de Europa y América a poner en marcha un servicio público de transporte urbano, consecuente con las distancias que en muchas de ellas se podían recorrer. Ya no era suficiente el ir andando, se precisaba el caballo o el coche de caballos, sólo apto para ricos. Para cubrir esta necesidad surgió el carro de dos ejes cubierto, con asientos laterales, recorridos prefijados, horarios determinados y precios económicos. Se le denominó “ómnibus” palabra latina que literalmente quiere decir “para todos”, transporte para todo el mundo, que pague. De hecho ese es el inicio de lo que ahora denominamos como servicio de transporte urbano y servicio de cercanías.

Durante esos años en València además de los coches de dos ejes se creó y popularizó la tartana, consistente en un carro cubierto y cerrado de un eje tirado por caballo en el que cabían entre cuatro y ocho pasajeros. Situaron sus paradas en las puertas de la muralla para cubrir servicios a los pueblos cercanos y también las hubo en distintas plazas de la ciudad. En la foto siguiente junto al palacio de Dos Aguas podemos ver una parada con varios tipos de coches de alquiler tanto de uno como de dos ejes. 

Parada de coches de alquiler. Foto autor desconocido, ca 1890.

Pero recordemos los que por edad hemos podido viajar en carro por calles o caminos adoquinados o peor de tierra con frecuentes baches cómo salíamos molidos tras un paseo. Para combatir esos males se crearon los tranvías que no era más que un ómnibus o galera que rodaba sobre una vía metálica perfectamente asentada en el suelo, dotada de una ranura que guiaba las ruedas del tranvía tirado por uno o dos caballos, tranvía que luego fue de vapor y finalmente eléctrico, eran y son coches que ruedan suavemente sin vibraciones ni golpeteos por baches.

 

Tranvía de caballos en calle san Vicente. Foto autor desconocido, ca 1890. Remember-València, pg 1875.

Con la puesta en marcha de los tranvías con el costoso establecimiento de las vías, sobre el año 1880 a un avispado fabricante de carros marsellés llamado Antoine Ripert se le ocurrió construir un pequeño ómnibus cuya separación de ruedas en el eje era la misma que la de las vías tranviarias, así, sin ningún gasto añadido, simplemente circulando por encima de las vías, establecía una desigual competencia a la red tranviaria de la ciudad, ya que en aquellos años en muchos casos además, era el único tramo de camino o calle adoquinado. Motivó las protestas de empresas tranviarias, que llegaron a poder prohibir la circulación de los riperts sobre las vías, lo que lógicamente motivó su rápida extinción.

Curiosamente en la València de 1876 sin servicio de ómnibus se pasó de la tartana al tranvía y años después vinieron "los riperts".

La primera solicitud se hizo en el año 1882, Guillermo Moores y Arenas pidió al Ayuntamiento el establecimiento de seis líneas de riperts en la ciudad. 

1ª desde Puerta San Vicente – Torres de Serranos; 2ª de Puerta de Ruzafa – Tros Alt (Tossal); 3ª Guillem de Castro – Glorieta; 4ª Plaza Socorro – Glorieta; 5ª Puerta de Ruzafa – Torres de Serranos y 6ª Glorieta – Grao. Fue denegada su solicitud al solicitar una exclusividad por seis años en los itinerarios previstos. 

Plano del ómnibus ripert. Guillermo Moore. Policía Urbana, 1882. AHMV

En 1883 la empresa Compañía General Valenciana de Coches Privilegiados Sistema Ripert, vaya nombrecito, solicita y se le aprueba por el Ayuntamiento la puesta en marcha de varias líneas urbanas. La primera funcionó en el mes de julio entre Puerta de Ruzafa – Puerta de Cuarte. En agosto se crea Puerta San Vicente – Plaza del Temple – Plaza de Tetuán. En septiembre la línea entre la Plaza del Pollo (junto calle del Mar) y la desaparecida estación de Cuenca, a la parte derecha de las vías de la estación del Norte, estuvo situada a la altura del túnel de las Grandes Vías; además una Circunvalación por calles del interior de Glorieta a Glorieta (por concesión municipal no podía ir por la circunvalación, derecho que poseía la Sociedad Valenciana de Tranvías). Algunos de sus primeros coches fueron suministrados por monsieur Ripert, después fabricantes locales fusilaron el “invento”.

Creó también unas interesantes líneas nocturnas para aprovechar las idas y venidas del público a los distintos teatros de la ciudad, pero la triste realidad es que en noviembre de 1884 se disolvió la sociedad debido al gran pasivo acumulado en casi dos años de vida.

Otras líneas de ripert se crearon posteriormente, pero ninguna cumplió algo más que meses, como la del coche que aparece en  la siguiente foto, que hacía el recorrido desde la calle de Buenavista (Julio Antonio) junto a San Vicente Mártir hasta las Torres de Serranos.

 Ripert junto a las Torres de Serranos. Foto autor desconocido. Remember-Valéncia, pg. 1875

Por descontado hubo algunas líneas de ómnibus, pero no sistema ripert, compitiendo con los tranvías de caballos, y más tarde de autobuses compitiendo con los tranvías eléctricos, pero esas son otras historias.    

Texto de Enrique Goñi Igual