Gerta Pohorylle, alemana de Stuttgart, hija de familia judía burguesa,
desde muy joven abrazó el socialismo involucrándose en los movimientos obreros y
contra los nazis
Por esta causa, con unos años accidentados en el seno familiar, tras
ser arrestada por la SS se fue a París, tanto en cuanto temía por su vida y por su
libertad, adonde tras su primer trabajo como niñera y el transcurrir de otras tareas, logró
el de mecanógrafa, para más tarde contactar con la Aliance Photo que tanto iba
a significar en la que sería su muy corta vida.
Medio gráfico al servicio de la información periodística donde encontró
su media naranja: el húngaro y fotógrafo Andre Ernó Friedman, quienes juntos, no sólo unieron sus vidas en lo sentimental sino que la fotografía denuncia fue
calando con fuerza en la joven como eficaz medio para su decidida lucha social,
hasta el punto, que para lograr un mayor éxito profesional, ideó, tal era su
ingenio (partió de ella) el personaje de un famoso fotógrafo estadounidense, Robert Capa
(con este nombre se publicaron fotos hechas al alimón, por lo que es difícil
otorgar en muchas de ellas su cierta autoría) con la feliz recompensa de que
bien pronto aquel trabajo mutuo fue muy solicitado por la prensa internacional.
No quedó ahí la cosa, pues la ocurrencia de la creación de un nuevo
repórter gráfico con el personaje de Gerda Taro fue de necesidad por la fuerte demanda que tenían, e hizo que
los ingresos de la pareja fueran en aumento por la calidad de sus trabajos, tanto en cuanto se distinguían
como los más fieles relatos de lo que sucedía en lo más tenebroso de las
ciudades europeas, siendo relevante que Taro fuera la primera fotoperiodista en este cometido. El que por su cuenta trabajara sola en España (cuando Friedman se
marchara a la “Francia segura”) nos habla de su valentía y ambición con un exclusivo contrato con las revistas Ce Soir y Regards de París.
Los personajes de Capa y Taro, de nombres cortos, comerciales, sin
identificación nacional alguna, universales, involucrados a favor de la lucha
que se oponía a los nacientes regímenes totalitarios de los años treinta (que
más tarde conformarán el llamado "eje") alcanzaron notoriedad
captando unas imágenes que delataban las trágicas consecuencias que sufrían los
más desfavorecidos, al igual que los perseguidos por el poder dominante que iba
surgiendo en algunos países continentales, en unos años donde las constantes alarmas
hacía predecible una contienda bélica europea. Por lo que el cotidiano anuncio gráfico de la realidad social era muy
demandado por las agencias de información.
La Guerra Civil española fijó la atención de Robert y Gerda, (Andre y Gerta) que
primero unidos y luego por separado, una vez roto el vínculo sentimental que
les unía, aunque Capa siguió considerándola como el amor de su vida, cada uno de ellos optaron por la caza del
reportaje gráfico viajando por la geografía española, como abanderados de la
causa republicana y en conexión con los diversos grupos que la defendían.
Gerda Taro, llegó a Valencia a mediados de 1937 donde la joven (que se había
instalado en Leipzig desde Stuttgart, donde su padre tenía un comercio de huevos siendo
discriminados por ser judíos) se involucró en un Congreso de Escritores
Antifacistas celebrado en el Ayuntamiento, captando con su Leica el lado más
amargo del momento histórico que vivía la ciudad, cuyas calles recorrió
fotografiando las aglomeraciones urbanas que en la misma se producían, como
sucedió en el multitudinario cortejo fúnebre del general Pavol Lukacs el 12 de
junio.
Finalmente, a sus veintiséis años y reportando la batalla de Brunete,
en pleno fragor de la artillería, el 25 de Julio de ese año, un tanque
republicano, un T26 de procedencia rusa, desgraciadamente, arrolló de forma
casual a la periodista, quien por su profesionalidad se situaba siempre en el
núcleo del fuego para recrear la mejor imagen.
Falleció al día siguiente en un hospital de El Escorial, adonde había
sido trasladada con urgencia, para ser enterrada en París, donde sus restos
fueron agasajados mediante un gran funeral con la participación de 3.000
personas, entre las que se encontraban Luis Aragón y Pablo Neruda, que debido a
la popularidad de Taro significó un acto propagandístico por la lucha antifascista, ilustrando
sus horrores y al mismo tiempo como defensa de la causa republicana.
Tras su muerte, especialmente en los meses más inmediatos, alcanzó una
enorme notoriedad, siendo con frecuencia noticia en los periódicos españoles e
internacionales, por ejemplo Life Magazin de EEUU, al ser considerada como la primera
mujer fotoperiodista víctima mortal de una contienda bélica, lo que le otorgó
sello de heroicidad, para ser finalmente olvidada.
Su resurgimiento en las últimas décadas viene de los numerosos estudios
realizados acerca de su figura y de su significado, por su dedicación desde muy
niña con una clara trayectoria contra el fascismo, con su denuncia a través de la
imagen, captando la realidad en todos los campos, tanto los urbanos como
bélicos, de aquellos los agitados años treinta.