Los jardines que formaban parte del Palacio del Real, una vez destruido éste en la guerra de la Independencia, con motivos tan poco claros como inútiles, se convirtieron en una zona verde, de ocio y de paseo de la sociedad valenciana.
La propiedad pasó del Real Patrimonio a la Diputación Provincial, que finalmente en 1903 lo donó al Ayuntamiento de Valencia como plantel de flores o vivero de árboles.
Colección particular de Pilar Martínez Olmos
REVI, S.A. (restaurantes viveros, sociedad anónima), nació para explotar un restaurante en el interior de estos jardines. La propiedad de las acciones de esta sociedad anónima variaba, pero familias muy conocidas de la jet set valenciana siempre formaban parte de ella.
Colección particular de Pilar Martínez Olmos
La primera ubicación del restaurante, con su umbráculo anexo, era lugar de bodas, bautizos, comuniones y celebraciones, tanto en su interior como en patio exterior formado por un pasillo con doble columnata.
A final de los años 50, el arquitecto Luis Gay, construye un edificio de estilo racionalista, con un jardín interior a fin de ubicar en él, un restaurante de lujo.
Su uso era el mismo, pero además de un gran salón y en época de buena temperatura, mesas alrededor del jardín, contaba con un salón privado en el piso superior donde se podían hacer convenciones, homenajes, y otras celebraciones de menos invitados.
Sin embargo, la mayor parte de su factura provenía de la contratación con anterioridad.
En los primeros años 70, en el ala derecha del edificio, se inaugura “el anfitrión” un restaurante a la carta, elaborada en las mismas cocinas y prácticamente con la misma materia prima, pero muchísimo más caro y exclusivo.
La crisis de finales de los 70 acabó con él.
No así con el edificio, que hoy en día, está destinado a Museo de Ciencias Naturales de Valencia.
Colección particular de Pilar Martínez Olmos
Colección particular de Pilar Martínez Olmos
Y ya que yo he escrito este artículo, me gustaría añadir una opinión mía. Hace muy poco, coincidiendo con la feria del Libro, entre en el Museo. Era un día precioso, hacía calor. Cuando traspasé la puerta la oscuridad se apoderó del ambiente. Todas las cristaleras que daban luz al restaurante desde el jardín interior, estaban cerradas y/o tapadas por espesas cortinas azulonas.
Consiguientemente el techo sembrado de halógenos, allá arriba, dando un aspecto de cueva al hall. Seguí recorriéndolo, el gran comedor, dividido en boxes oscuros con televisiones y audiovisuales hablando solos…Sentí una lástima infinita y desee que aún podía tener arreglo.
Y pienso yo si está acertado el uso de un edificio tan alegre, para tener que convertirlo en algo tan oscuro. O es que no tenemos ni idea de utilizar óptimamente lo bello que poseemos.
Texto de Pilar Martínez Olmos