martes, 7 de septiembre de 2021

MUSEO PARA VALENCIA: UNA IDEA DE VICENTE BLASCO IBÁÑEZ

 

1921 - Recién llegado a Valencia

“En favor de los ideales hemos cambiado el alma de Valencia, ha llegado el momento que transformemos su cuerpo, que bien lo necesita”.

Comparaba la ciudad con las otras ciudades del norte de España y Castilla pensando que Valencia había quedado estacionada. Se le aglomeraban las ideas por su ciudad, para que no despareciese la Valencia tradicional, la de los sainetes de Escalante, la de las poesías de Llorente, la que tantos y tantos pintores  había dado la tierra.

Debió gestarse la idea hacía ya dos meses, antes de poner un pie en la Estación del Norte a su regreso a Valencia, un día de mayo de 1921. Estaba entusiasmado por transmitir a las autoridades su proyecto, engrandeciendo así la ciudad y dejando una obra imperecedera. Estaba seguro que sería escuchado, pues era bien conocida su valencianía.

Debía hablar con periodistas, literatos, obreros, artistas, escritores, toda persona que estuviera dentro del orden artístico, para crear no un museo, sino el “Museo Valenciano”. “Un museo donde las labradoras y labradores sean vestidos con brocados de seda. Donde la loza tiene todo el nacarado del mar, de este mar Mediterráneo, y tiene el oro, el azul y el blanco de las puestas de sol y de la aurora de nuestro cielo”. Así se pronunciaba emocionado en los discursos preparados para hablar sobre ello.

Hubo una recepción en la que el novelista incluso le dio estructura al museo:

Al comienzo, una sala con fotos modestas y una especie de Partenón con todos los intelectuales que han escrito novelas, poesía e historia valenciana. No podía faltar el lugar reservado para nuestra pesca, la navegación con nuestras costumbres, a las grupas cuando corren la joya. Representaciones de la vida valenciana a través de figuras de cera resultaría fácil, se ocuparían los artistas falleros. A ellas se les pondrían trajes valencianos, y los extranjeros que vinieran pudieran ver la cocina de una barraca por la noche, cuando la madre guisaba la cena, y el padre, que cansado de la faena se sentaba en la silleta de cuerda. Tampoco faltaría la representación de una boda en la que la novia pedía “per agulletes” a todos los presentes. Todo se lo pidió entusiasmado al alcalde y a casi la totalidad de los concejales durante la recepción.

Archivo Municipal

Habló de estar dispuesto a contribuir económicamente en aquella gran obra y en sus últimas palabras se atrevió a decir: “Si Valencia, si su Ayuntamiento, nos da el Palacio Municipal, que nos lo dará, si todos trabajamos llenos de entusiasmo, sobre todo la juventud, todas estas asociaciones y el Centro de Cultura Valenciana, podemos hacer una obra magnífica”.

Ya todo estaba previsto y su visto bueno, reuniéndose el comité y acordando que se llamaría “Museo Etnográfico de Valencia”. José Benlliure sería el presidente, Almarche vicepresidente, y como secretario Maximiliano Thous.

Se repartieron las tareas, y mientras tanto Blasco se fue a crear su refugio en Mentón.

Pasados los meses, como una bocanada de humo se esfumó.

En 1983 abrió sus puertas el actual Museo de Etnología de Valencia. El palacio Municipal se quedó sin museo.

Texto de Amparo Zalve Polo

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