Cuando no existía
todavía falla para la plaza del Caudillo, la falla del Ayuntamiento, la
comisión El Foc, pensó en encargarle al excéntrico artista Salvador Dalí un
boceto para algo innovador, lo que sería el preámbulo de una falla experimental
y fuera de concurso. Con ello, fue el genio el que protagonizó el primer debate
entre las fallas tradicionales y experimentales.
No sé si esto
fue una buena idea por la polémica que se desató y que voy a explicar:
-Inicio y
propuesta del boceto:
Año 1954. La
comisión El Foc recurre al artista con el fin de que por la cantidad de 110.000
pesetas ejecute un boceto para una gran falla que se consideraría innovadora y
que sería situada en la plaza más visitada de la ciudad, la plaza del Caudillo,
con doble vertiente, la de falla diferente, y la de extensión de la fiesta
fallera al resto de España y el extranjero. El boceto pasó a manos del afamado
escultor Octavio Vicent, al que se le pagarían 12.000 pesetas y el resto se lo
llevaría el autor del boceto, al que se le debía adelantar 25.000 pesetas antes
de su comienzo.
·La falla:
El lema era “Corrida
de toros surrealista”. Y tan surrealista como pudo surgir de su mente,
interpretando desde su punto de vista lo que era una corrida de toros, y que el
escultor debía materializar sus sueños y hacerlos realidad, en un helicóptero,
unas alas y una fiera.
Vamos a
intentar visionarla: La figura central sobre la que emergían las demás era una
gran plaza de toros. En su interior, el público que ocupaba las gradas, y que
eran los favorables a la corrida de toros: mostraban solamente sus brazos
agitados por el fervor que les estaba ocasionando, lo que estaban viendo,
sangre y arena, el resto del cuerpo era inexistente. En el centro de la arena,
la figura del torero, con alas de mariposa. Pienso yo que algo querría decir
con ello. ¿Podrá ser que quisiera indicar que el torero era inocente y libre,
cual mariposa?
También le
acompañaban al torero unos tres o cuatro personajes encapuchados a los que Dalí
no quería que se les descubriese la identidad hasta el momento de la cremá.
En su
exterior, los que eran opuestos a la corrida; enfurecidos intentaban atravesar
las paredes de la plaza, sin ropa, tan solo vestían un paño cubriendo sus
partes intimas.
Sobre toda
esta estructura, la figura de un helicóptero, mitad máquina, mitad bestia,
llevándose al toro muerto. Dalí en su imaginación, soñaba como se lo llevaba
hacia las montañas de Monserrat en Cataluña, donde reposaría para siempre o
acabaría devorado por las águilas.
Este era el
boceto original, pero al que luego ordenó que se añadiera un gran busto de él
mismo contemplando toda la escena.
·El enfado y otras lindezas de Salvador
Dalí:
Pidió de venir
a visitar la falla que había diseñado,
por un día, si se le pagaba el viaje completo a él y a su esposa Gala. Creo que de buena fe hubiera sido concedido,
pero ante tales exigencias, que fueron varias, nunca llegó a ver la falla.
Exigió que no
se quemaran las figuras de cera que pilotaban el helicóptero. ¿Cómo se iba a
contradecir la tradición?
Quería que el toro
y el helicóptero estuvieran en el aire, solo tocando con uno de sus cuernos una
roca, y eso era misión imposible.
Existen unas
cartas en la Biblioteca Nacional de Cataluña en las que muestra su enfado con
los falleros advirtiendo que no le pagaban la suma que él quería. La entrega
del proyecto lo definía como “un mano a mano”, te lo doy y me lo pagas integro,
en efectivo, en el mismo momento, “ahora hay que perseguirlos como ratas.
Espero que aún no nos cueste dinero”. Tan convencido estaba de su éxito que
también apuntó “Con un mes tienen de tiempo para hacerla”. Dudaba de la
eficacia del escultor. “Esperaba saber si habían conseguido resolver el armazón
general antes de completar el resto”.
Como reseña
también apuntaré que el escultor Octavio Vicent ante tanto agravio protestó, diciendo
que era un boceto muy disparatado y que no habría perdido más de una hora para
realizar cuatro trazos mal dibujados.
La popularidad
que adquirió esta falla hizo ensombrecer a las demás de ese año. Pero como no
podía ser de otra manera, sucumbió al poder de las llamas.
Texto de Amparo Zalve Polo