El Pabellón del Ayuntamiento estaba ya muy estropeado y la Feria de julio del año 1926 se merecía que el pabellón más representativo de la ciudad acompañara la fiesta como se merecía.
La sociedad valenciana, sobre todo la burguesía social y económica del momento estaban expectantes por tan anunciado pabellón nuevo. Ya no sería como los anteriores, el de estilo árabe, o el de influencia oriental, sino algo acorde a la moda del tiempo.
Allí se alzó. Un elegante edificio de tres cúpulas, donde en una fecha de la entrada del verano la vida de sociedad encontraba un asueto en los elegantes salones de los pabellones del ferial
Lo cercaba una valla lisa rematada de bonitos canastillos de flores. Atravesando la entrada, unos preciosos jardines y fuentes ornamentales terminaban en una doble escalera por la que se accedía al piso superior, el de la gran terraza de 14x33 metros. Era inevitable mirar hacia arriba al notar como techo las grandes cúpulas que levantaban del suelo siete metros, y que por las noches su iluminación daban esplendor al vidrio tintado, del que estaba hecho el entrepaño que unía todo el conjunto. Todo estaba pensado para dar muestra de elegancia y del gusto por Valencia, tanto que el interior de cada cúpula mostraba motivos y alegorías de nuestra ciudad.
Ocho preciosas pilastras sustentaban el habitáculo, de estilo renacentista, cuadradas, talladas en dorado y fondo azul.
Era este el salón de recepciones, suelo de madera, acompañando al edificio. Una gran mesa, doce sillones y cuatro sofás, tapizados de terciopelo dorado y con el escudo de Valencia en sus respaldos.
Irrepetibles veladas donde acudían cada noche las más representativas personalidades del momento. Personas influyentes como Primo de Rivera, o los marqueses de Rivera o Sotelo, que tras un elegante lunch que obsequiaba el Ayuntamiento, solían prolongar esas veladas hasta la 1 de la madrugada. Por supuesto que el alcalde Luis Oliag hacía de embajador en la fiesta junto a la plana mayor de Unión Patriótica.
Una buena selección de piezas, por orquestas, o por la Banda Municipal de Valencia, que invitaban al baile y a la diversión bajo las tres cúpulas.
Texto de Amparo Zalve Polo
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