Una corta
introducción nos llevará a comprender el arte de pedir al fin del año:
Unos dicen que
si fueron los Celtas los primeros pedigüeños, con su “eguinad”, que designaban
al obsequio de fin de año, y solía consistir en frutos secos y alguna vianda
más. Aunque otros dicen que serían los romanos, “Hoc in anno “ (en este año),
ramos hechos con pino cortado del bosque de la diosa Estrenía para regalar a
amigos y familiares, más tarde sería dátiles y miel, y al final regalos más
valiosos, como medallas y monedas de plata.
¿Vemos el término?
Estrenía … estrenar... estrenas.
Con la
invención de la imprenta, siglos más tarde, aparecieron las tarjetas de
felicitación. Los dibujos eran totalmente religiosos, grabados coloreados a
mano con la figura del Niño y adornos florales.
Al llegar el
siglo XX, los serenos, ¡ay los serenos!, que por cierto tuvieron su origen en
esta ciudad, tuvieron la idea de ir de casa en casa con tarjeta en mano y
sonrisa en boca. A ellos se fueron añadiendo todos los que las familias solían
tratar. Previos días navideños se preparaba dinero suelto porque tenían que
llamar a la puerta el sereno, el vigilante, la modista, el portero, el
droguero, la aprendiza , como no, el barrendero, el carbonero, el zapatero, la
lechera , incluso el monaguillo... hasta que se acababa el “suelto”. Tan solo
una propina con la que obsequiar a los que se vestían con sus mejores galas.
Era tan corriente su llegada por esos días, que el vecindario preguntaba si ya
había pasado tal o cual, hasta se les echaba de menos.
Al principio
llevaban impresa una ilustración que luego fue coloreada en la década de 1890,
mostrando a un trabajador de un gremio concreto acompañado de una leyenda.
Solían llevar en el reverso un poema que aludía a los servicios prestados. Conocimos
imágenes de cancelas, escobas, mujeres jóvenes con piezas de tela en las manos,
carteros con sacas, y al espitero del gas. Pavos, botellas de licor, frutas,
champagne, dulces de mazapán...
La avalancha
de visitadores de aguinaldo fue de tal manera que llegaron a ponerse carteles
en los portales avisando que no se aceptaban las visitas, no se podía ser
generoso con todos.
Las mejoras
salariales acabaron con ello y las postales navideñas comerciales quedaron para
el recuerdo.
Texto de
Amparo Zalve Polo
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