sábado, 19 de diciembre de 2020

TODO UN ARTE: EL DE LAS FELICITACIONES Y EL AGUINALDO

Una corta introducción nos llevará a comprender el arte de pedir al fin del año:

Unos dicen que si fueron los Celtas los primeros pedigüeños, con su “eguinad”, que designaban al obsequio de fin de año, y solía consistir en frutos secos y alguna vianda más. Aunque otros dicen que serían los romanos, “Hoc in anno “ (en este año), ramos hechos con pino cortado del bosque de la diosa Estrenía para regalar a amigos y familiares, más tarde sería dátiles y miel, y al final regalos más valiosos, como medallas y monedas de plata.

¿Vemos el término?  Estrenía … estrenar... estrenas.  

Con la invención de la imprenta, siglos más tarde, aparecieron las tarjetas de felicitación. Los dibujos eran totalmente religiosos, grabados coloreados a mano con la figura del Niño y adornos florales.

Al llegar el siglo XX, los serenos, ¡ay los serenos!, que por cierto tuvieron su origen en esta ciudad, tuvieron la idea de ir de casa en casa con tarjeta en mano y sonrisa en boca. A ellos se fueron añadiendo todos los que las familias solían tratar. Previos días navideños se preparaba dinero suelto porque tenían que llamar a la puerta el sereno, el vigilante, la modista, el portero, el droguero, la aprendiza , como no, el barrendero, el carbonero, el zapatero, la lechera , incluso el monaguillo... hasta que se acababa el “suelto”. Tan solo una propina con la que obsequiar a los que se vestían con sus mejores galas. Era tan corriente su llegada por esos días, que el vecindario preguntaba si ya había pasado tal o cual, hasta se les echaba de menos.

Al principio llevaban impresa una ilustración que luego fue coloreada en la década de 1890, mostrando a un trabajador de un gremio concreto acompañado de una leyenda. Solían llevar en el reverso un poema que aludía a los servicios prestados. Conocimos imágenes de cancelas, escobas, mujeres jóvenes con piezas de tela en las manos, carteros con sacas, y al espitero del gas. Pavos, botellas de licor, frutas, champagne, dulces de mazapán...

La avalancha de visitadores de aguinaldo fue de tal manera que llegaron a ponerse carteles en los portales avisando que no se aceptaban las visitas, no se podía ser generoso con todos.

Las mejoras salariales acabaron con ello y las postales navideñas comerciales quedaron para el recuerdo.

Texto de Amparo Zalve Polo

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