En el año 1860 se dió por terminado el derribo de la Casa de la Ciudad, edificio en el que desde el siglo XIV se habían decidido los avatares del municipio. La orden de su destrucción se había tomado seis años antes por el Consistorio con la oposición de diversas sociedades, al frente de ellas la de San Carlos, por la consideración que como obra de arte se tenía del viejo edificio, vecino del Palau de la Generalidad.
Si que se salvó, por la insistencia de personalidades de la ciudad, su rico artesonado con un digno destino que lo encontraría en el "Consolat del Mar", junto al torreón anexo al salón columnario de la Lonja de la Seda en una instalación que se hizo con mimo.
Del Archivo Municipal, vemos diversos aspectos de la riqueza artesana que esconde y del esmerado cuidado para su composición.
El Ayuntamiento ya se había trasladado a la Casa de la Enseñanza del Arzobispo Mayoral y una nueva polémica se suscitó en la ciudad.
La oposición al derribo de la Casa de la Ciudad había sido clara, aunque infructuosa, al igual que la de aquellos que se oponían en aquel año al derribo de la muralla cristiana -de lo que ya se hablaba entonces- en beneficio de la expansión de la ciudad y de los “jornales” que iban a suponer para los valencianos en paro.
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