En 1526, en la Ciudad de Sevilla, tuvo lugar su casamiento
con Fernando, duque de Calabria; éste era su tercer matrimonio, ya que
anteriormente y en primeras nupcias lo había sido con el Rey Fernando de Aragón
y en segundas con Don Juan de Brandeburgo, cuando fue nombrada Lugarteniente
General de Valencia y Virreyna de los Reinos de Valencia, Aragón, Cerdeña, etc.
En años anteriores, habían tenido lugar las revueltas de los
“agermanats” conocida como guerra de Las Germanías, por lo que tuvo que tomar
medidas muy fuertes contra los principales responsables de las mismas, con
condenas muy duras y en muchos casos llegando a la pena de muerte, cuyos
ajusticiamientos se realizaban en la horca situada en la Plaza del Mercado.
Definitivamente se trasladan a Valencia donde se alojan en
el Palacio Real (situado en los Jardines de Viveros, y ya desaparecido).
Con motivo de ésta unión, el Emperador Carlos V de Alemania,
nieto del Rey Fernando de Aragón, ordenó la celebración de grandes festejos
(cabalgatas, torneos y banquetes, muy al gusto de Doña Germana). Mujer de gran
belleza y buena salud, se fue transformando llegando a gozar de un sobrepeso
hasta alcanzar una gran obesidad, como consecuencia de tantos excesos.
En 1528, el Emperador Carlos V visita Valencia, de la que
había estado muy alejado por sus obligaciones del Trono, para tomar juramento
de los Fueros del Reyno, en nombre de su madre Doña Juana (llamada la Loca).
Esta visita generó tal expectación que el Puente del Real, entrada al Palacio
desde la Ciudad y entonces de madera, fue invadido por una gran multitud, y al
no soportar tanto peso, se desplomó causando multitud de muertes y de heridos.
El Juramento se celebró el día 4 de mayo de 1528, y como
consecuencia fue proclamado Rey de Valencia.
Doña Germana fallece en Liria, en 1536 donde se había
desplazado a un convento con el fin de redimir sus actos derivados de sus
acciones en el conflicto de los “agermanats”. En su testamento dejó escrito que
su cuerpo debería ser enterrado en el pequeño Monasterio de San Bernat de
Rascanya, y que la orden que debería regirlo debía ser la de Los Jerónimos. Su
esposo el Duque de Calabria cumpliendo con éste deseo, contribuyó a la
formación de un nuevo Monasterio, en el mismo lugar, y que debería llamarse de
San Miguel de los Reyes. Un siglo después de su muerte tuvo lugar la fundación
de tal Monasterio, en 1546, donde en la actualidad están enterrados sus
cuerpos.
El día de San Miguel, 29 de septiembre de cada año, y a una
hora determinada, un rayo de sol penetra por una ventana de la cripta,
señalando con exactitud el lugar donde se encuentran sus restos.
Texto: Mari Carmen Serrulla Morell
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