Es una fotografía en la que se mira “desde los altos”. Es curioso que a pesar de que ya han pasado setenta y cinco años desde esta toma nos parezca que fue ayer.
La fotografía de 1950 tiene un montón de detalles que transcurridos estos años han desaparecido. Empezando de delante hacia atrás, se presenta el casilicio que albergaba la figura de la Virgen sobre la Tómbola de Caridad, promulgada por el Arzobispo de Valencia Don Marcelino Olaechea para beneficio de los más necesitados. En este momento se instalaba en los días de fallas y de la Virgen en la Plaza de la Reina.
Por detrás de ello se distinguen todavía dos manzanas de calles que no tardarían en desaparecer, la configurada por Calle Zaragoza, Borriol, Puñalería y Campaneros con la pequeña y triangular plaza de la Reina al sur, siendo la última calle en pasar al olvido la primera de las citadas, a la par que la pequeña Plaza del Micalet, llegando así la plaza hasta la pared de la Catedral, en la década de los sesenta. Por lo tanto la tómbola de la fotografía se encontraría en el solar de la primera manzana que se retiró, la que estaba más próxima a la pequeña plaza de la Reina.
Un detalle que produce ternura, al menos para mi, es el de las sábanas blancas tendidas en la azotea de una de las casas de esta última manzana en desaparecer. ¿Qué vida tendrían los propietarios de esas sábanas? Supongo que este tipo de preguntas no me las haré yo sola
La esbelta torre del Miguelete remata la fotografía con lo más alto el pararrayos sobre el cuerpo que soporta el Cimborriet, la pequeña campana que ya inservible se le avisaba desde el altar mayor con una cuerda porque desde arriba no se sabía lo que ocurría en cada momento de lo de abajo. Y en el otro cuerpo la gran campana, la de más de 7000 kilos, la “Micaleta”, la Campana Miquel, esa que dice las horas ayudada por otra que dice los cuartos, menos por la noche, para no volver insomnes a los vecinos. Debajo de la terraza está el resto de campanas protegidas con paneles de madera para conservar la sonoridad original de las mismas y así se proyecta el sonido hacia las bóvedas. Una barandilla que rodea la terraza era de hierro hasta que fue sustituida años más tarde por la actual.
Y por cierto, hablando de la terraza y la barandilla siempre insegura en épocas anteriores, el final de esta entrada es algo macabro, aunque ya se sabe del gusto del saber.
Hay hechos de muertes documentados ocurridos desde esas alturas, pero como la fotografía en cuestión es del año 1950 solo voy a citar los habidos hasta ese año.
El primero fue una desgracia porque cuando estaba construyéndose en 1418 cayó un obrero y se mató. El 6 de noviembre de 1441 un sacristán cayó mientras tocaba las campanas. El 29 de junio de 1638 el niño Lorenzo Fuster de seis años hijo del campanero se venció cuando quería alcanzar una cuerda y se abrió la cabeza, ya aun resistió cuatro horas. El 23 de diciembre de 1767 se suicido el soldado Manuel Sarcos Anner de treinta años. 11 de abril de 1831, el médico José Bruño de treinta y seis años, causando gran consternación entre los facultativos de la ciudad. Día 30 de junio de 1861, Isabel Bartina Mestre de 30 años, hija de un conocido comerciante. El 14 de febrero de 1887, Vicente Navarro, un joven de Ruzafa de dieciocho años. Y el 20 de noviembre de 1895 el maestro de obras Antonio Labrandero.
Texto de Amparo Zalve
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