En octubre de 1931 el alcalde Trigo invitaba a los valencianos, en brillante alocución en valenciano y castellano, a la asistencia a los actos que se iban a celebrar en el Parterre el próximo día 9 a las cuatro a media de la tarde, al pie del monumento a Jaime I, en ocasión de la conmemoración de la Conquista de Valencia.
Mientras que Don Victorino Vázquez, presidente de la Comisión de Instrucción Pública, en nota de prensa, informaba ese mismo día de la instalación en el mismo Parterre de una fuente con dos surtidores para que los niños pudieran beber sin peligro a las infecciones.
Pero el proyecto era más ambicioso y también tenía sus miras en otros jardines más abandonados, como las Alameditas de Serranos y el Jardín de Cervantes.
Jardín de Cervantes, en el paseo de su nombre, con una importante mejora, limitado por la Beneficencia y las Torres de Cuart, con el Grupo Escolar con la misma toponimia enfrente, cuya arboleda ornaba el quijotesco monumento en recuerdo del “Príncipe de los Ingenios” que había sido instalado en marzo de ese mismo año.
Se dotaría al jardín con todos los elementos para el disfrute de los niños, pero con especial atención a la cultura, donde se iba a instalar un pequeño almacén de libros y juguetes, mientras que no faltarían urinarios, fuentes, lugar donde guarecerse en caso de lluvia y personal docente dedicado al cuidado de los niños.
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