Vemos en la imagen torno a 1944 el anuncio bajo un arco de entrada presentándose como Farmacia y Asilo Municipal que venía funcionando desde hacía años, pero más de forma testimonial, porque el servicio que se prestaba a la ciudad era efímero. La foto nos informa de las carencias de la ciudad.
Sufridos fueron los años cuarenta. La Guerra Civil había finalizado y sus consecuencias en el aspecto de salubridad dejaban mucho que desear. Las competencias municipales se preocupaban por el bienestar sanitario de tantas y tantas personas que habían quedado sin hogar, enfermas y sin alimento.
Nuevas epidemias hicieron su aparición muy rápido, los enfermos necesitaban de lugares adecuados para ser tratados y pronto comenzaron a habilitar espacios ya construidos, adaptándolos, o con nuevas construcciones.
La viruela se iba extendiendo, dedicando el Lazareto de Zafranar como hospital de infecciosos. A la par, el recrudecimiento de las epidemias de Tifus Exantemático, además de la habilitación provisional de los locales de La Granja. Uno de ellos, propiedad de la Diputación, se habilitó en la calle Huérfanos para niños con tracoma. Los rebrotes hacían mella y Sanidad Municipal iba ampliando centros para infecciosos. El Lazareto donde se alojaban los primeros casos fue suplantado por una nueva edificación, el Hospital Municipal del Cid. Otro nuevo centro hospitalario municipal en la plaza de América, esquina Navarro Reverter, que tardaría en llegar, se inauguró en 1964 y albergaría en sus bajos la Farmacia.
Frente a la pobreza surgieron los albergues y los asilos municipales, ofreciendo los servicios sanitarios y sociales que la ciudad necesitaba: El Asilo y Albergue Municipal, las Gotas de Leche o Asilos de Lactancia, a los que se sumaban fuera del ámbito del consistorio el Hospital Provincial, la Casa nueva de la Misericordia y el Manicomio Provincial.
Ante esta situación, el que no estaba enfermo, si carecía de techo y comida, acudía a uno de los pequeños albergues que se habilitaron. Entre otros, en la playa de Levante, en el lugar que se construía un grupo escolar, donde se instalaron unas viviendas provisionales bajo la tutela de Falange Española y de las JONS, acompañado de una estación de despiojamiento.
Junto a la Asociación Valenciana de la Caridad, en un solar, se instalaron duchas y albergue.
Las familias de los barrios marítimos que habían quedado sin casa por los desperfectos de la Guerra Civil, tuvieron techo gracias a la invitación que se hizo a los propietarios de casas dañadas, que al menos con un mínimo de arreglos, pudieran dar cobijo a estas familias.
Aparecieron los Centros de Contactos, con el fin de que enfermos de la misma condición convivieran y estuviesen separados del resto de la población.
Un grupo grande de población marginal estaba constituida por los menores y el Grupo San Francisco Javier les dio asilo y protección.
Texto de Amparo Zalve Polo
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