miércoles, 9 de octubre de 2019

LA CASA DE ENSEÑANZA, ASÍ DICEN.


Archivo Municipal

Aquel piso segundo destinado a “Colegio para educación y recogimiento de doncellas de distinguido nacimiento” y el bajo y principal para la enseñanza gratuita de “niñas pobres”, que al fin y al cabo recibían una educación que por otro lado diferenciaba clases.

Llegó una Superiora para la dirección, monja de vocación, y varias maestras, eso sí, algunas instruidas en el país galo, pero todas ellas deberían ser sumisas y someterse a una severa disciplina interna, como a un sometimiento religioso, con vida casi monástica. Tanto es así, que a los seis meses pronunciarían los votos de castidad y obediencia, si bien, ni solemnes, ni perpetuos, sino por el tiempo que permaneciesen en esta “Casa de Enseñanza”

Cantó el gallo, o antes de ello, ya que aún no había amanecido, cuando a las cuatro de la mañana se han levantado para entonar, a medio tono, maitines y laudes, y tras ello, por elección y con una duración de tres años, se dirige hacia la dependencia para realizar su cargo de Consiliaria y de Provisora o Dispensera, mientras que la Superiora, el Confesor, y más tarde acudiría la  misma Consiliaria, se dirigen con tres llaves en el bolsillo que la apertura de la puerta requería, para abrir el área donde reposan los documentos y cuentas de la administración.

Hoy toca cobrar, pues como se cobra a mes vencido tendremos una libra más. Por ser valencianas no tuvimos la suerte de que nos pagaran como a las francesas, que vinieron y les dieron veinticinco nada más ingresar para sus primeros gastos.

Estaba a punto de comenzar la primera clase de la mañana, aún les quedaban dos más. Por la tarde harían otras tres. ¡Ya tendremos tiempo libre para sobrepellices, albas y objetos de culto!

Unas a los desvanes y al segundo piso, donde les esperaban las doncellas de distinguido nacimiento, de siete a doce años, edad suficiente para poderse vestir y comer solas, sanas, procedentes de abuelos y padres decentes, y sobre todo que presentasen persona que se ocupase del pago de la pensión, y por supuesto que aportasen un buen ajuar.

Las familias ricas, allí podían encontrar unas buenas maestras y recibir una cristiana educación. Cosa diferente eran las de familia pobre y sin parientes próximos (huérfanas), que eran compensadas con su permanencia en el colegio una vez acabara su educación, para hacer de la religión su vida, en régimen de recogimiento, bien pagando una pensión, al igual que las colegialas, o bien constituyendo una dote única de  mil pesos.

Este punto no lo digo yo, está escrito en los manuscritos del ilustre Arzobispo.

Hubo una Superiora, que saliendo en rebeldía, en 1851, Doña Ramona Santibañez, y por su renuncia al cargo, acabó con éste y el entonces Gobernador D. Melchor Ordoñez, inspirándose en el espíritu de la fundación, en las aspiraciones del señor Mayoral y en prevención de otra nueva desertora, confió la dirección del colegio a las Religiosas del Loreto, concediéndoles ese mismo local, del segundo piso, los bajos, los claustros y el jardín ( Se construyó la escalera independiente que hoy en día existe para el piso principal y que continuó en la enseñanza de las pobres niñas)

Incluso en 1869 por impulso de la Junta se albergó en el edificio una asociación en beneficio de las maestras de escuela para reivindicar sus deseos.  

Estos apuntes estan contados al final, cuando el inicio mejor sería con unas anotaciones de enclave y tiempo:

Todo comenzó cuando Felipe V propuso en 1737 a D. Andrés Mayoral Alonso de Mella para el Arzobispado de Valencia, persona cuya poderosa iniciativa y anticipándose a la vida moderna, con las exigencias de cultura y la importancia de la educación cristiana, fundó dos  Establecimientos. 

Uno de los cuales es el referido (del otro para otra ocasión) La Casa de Enseñanza” y su iglesia.

¿Lugar? Recayente a las calles de la Sangre, Renglons, y de Pouet o Llonganisa, adquirió los  solares para la realización de estas Fundaciones y mediante Real Licencia las puso al amparo de la ley, sobre los terrenos de la extinta Archicofradía de la Sangre. En 1762 ya estaba funcionando.

Debido al estado ruinoso que en 1854 ocupaban las oficinas municipales en la antigua Casa de la Ciudad, junto al Palacio de la Generalitat, se trasladaron  de forma interina (aunque allí se quedaron) a la Casa de Enseñanza del Sr. Mayoral.

Al día siguiente al 18 de mayo de 1854, y dada la urgencia, el Gobernador D. Joaquín Ferreres autorizó el traslado.

Texto de Amparo Zalve Polo

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