Foto Junta Central
Fallera.
Con el ninot indultat del año 1961 el artista Juan Huertas
Gasset satirizaba los problemas de quienes sin tener los suficientes recursos
económicos no ponían medios para no tener muchos hijos, máxime cuando la
mayoría de las familias españolas tenían dos descendientes, aunque a veces
llegaba un tercero, incluso un cuarto, y no había problemas demográficos. La
tasa de nacimientos de ese año fue de 21,20 por cada mil habitantes según el
Instituto Nacional de Estadística.
Contrasta con la situación en el nuevo milenio, de 8,4 por
cada mil habitantes en el 2017, donde el promedio de hijos por pareja
ligeramente pasa de uno, teniendo en cuenta los que no tienen por los que suman
por lo menos dos, con el añadido del 29,8% de adultos solteros sin hijos, salvo
excepciones. Ello a pesar de la mayor tasa de fecundidad de las mujeres
llegadas de otros países, excepto de Europa.
Se ha creado un grave problema demográfico impensable en los
primeros años sesenta (máximo de 22 nacidos por cada mil habitantes en 1964 y después
continuada disminución, excepto la ligera recuperación 1998-2008 después
perdida), que achacan a falta de políticas demográficas, crisis económicas, las
mujeres no poder compaginar trabajo con maternidad en un porcentaje de
empresas, el elevado paro o trabajo precario que no permite independizarse y
crear familia y, también, otro estilo de vida, queriendo disfrutar y pasar las
menores escaseces posibles, teniendo en cuenta que en épocas pasadas, con
frecuencia y según estadísticas, muchas familias tenían que destinar el 50% de
la renta familiar para pagar la vivienda.
La foto me ha recordado un reciente chiste donde en la
superpoblada India un policía de tráfico quiere sancionar, por no llevar
cascos, a un hombre que iba con seis hijos en un velomotor, aunque después,
pensándolo mejor, que lo multaba por no utilizar preservativos.
Con el lema “El castig de ser-ne massa” el grupo de ninots
indultado fue el presentado al concurso por la Falla Ferroviaria, de una
comisión que no continuó.
Texto de Esteban Gonzalo Rogel
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