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sábado, 14 de octubre de 2017

CONTANDO LA RIADA - CARTA A MIS TÍOS DE GUADALAJARA - I

Foto de Amparo LLeo en brazos cuando vivía en la
 GV Marqués del Turia. Al fondo el portal de la casa. Foto de 1942.

Valencia  a 22 de octubre de 1957.

Queridos tíos Conchita y Salus:

Como me han dicho que estáis muy interesados en saber cómo fue todo lo que nos ocurrió cuando llegó la riada, os lo voy a contar con detalle.

En nuestra casa, 2'30 madrugada, más o menos; en escena: mamá, Conchita y una servidora durmiendo como troncos.

Mamá al oír ruidos raros se despertó y se levantó de la cama, aún no había agua en casa, solo notó el suelo un poquitín mojado al llegar al pasillo con una vela, porque no había luz, ya vio que se estaba llenando todo de agua, no sabía si avisarnos o no, por no asustarnos; por fin dijo algo y se despertó Conchita, entonces empezaron a hablar en voz alta diciendo no se qué, mamá toda asustada y Conchita decía que no era nada; entonces yo, que tengo el sueño como un plomo, me desperté y Conchita me dijo que teníamos la casa llena de agua y que entraba de la Gran Vía, donde vivíamos en el nº 65. 

Me levanté y al poner los pies en el suelo ya había como medio palmo. Cambio. Pues como íbamos diciendo, eso, mamá estaba muy nerviosa y solo quería que saliéramos sin coger nada, ni siquiera vestirnos, porque luego, si no, no podríamos abrir la puerta y salir (porque eso les pasó a unas personas que ella conocía, en una riada que hubo en Alcira unos años antes). 

Conchita y yo nos vestimos con el traje más bonito, como me dijo ella y salimos sin más que lo que llevábamos puesto; ella cogió la Virgen que le había dado Enrique, y yo intenté coger la medalla de Hijas de María y se me cayó al suelo y me costó muchísimo encontrarla por el agua y la oscuridad. Mamá cogió algo de alhajas y nada más. También cogimos zapatos secos para ponernos arriba, yo las botas. Subimos enseguida a casa de Maritina, (que es una amiga mía que vivía en el primer piso) y avisamos antes a los porteros y a los Lillo, que todavía estaban durmiendo como Roque (que por lo visto era un señor que no vivía en planta baja), y también subieron sin coger nada. 

A propósito, antes de salir de casa, a Conchita se le ocurrió abrir la reja que da a la calle y luego por poco no pudimos cerrar, porque el agua fuera estaba más alta y tenía mucha fuerza. Luego, casi no podíamos abrir la puerta de casa.

Estuvimos en casa de Maritina toda la noche, viendo, o mejor oyendo, porque no se veía ni pum cómo subía el agua, acompañada de los lloros de las niñas de la portera. También rezamos el rosario y el Trisagio y no sé qué más. Nos llamó papá por teléfono a la casa de unos vecinos de arriba para ver cómo estábamos y todo eso; donde él estaba ni siquiera llegó el agua.

A no sé qué hora, cuando el agua ya bajó un poco, que solo llegaba un palmo más arriba de la rodilla, pero ya no tenía fuerza, entramos en casa para ver si cogíamos algo, por si después subía más, Conchita, Maritina y yo, con una vela. Nada más abrir la puerta nos vino al encuentro nadando una lata de galletas sin abrir, las sacamos y estaban secas por dentro y nos vinieron la mar de bien, estaban en la otra punta de la casa. También nos salió al encuentro un saco de almendras con cáscara que también estaban bien.

Entramos, tropezando con sillas y cosas que había por el pasillo y fuimos a nuestro cuarto, a por la máquina de escribir nueva, que ya estaba en el suelo, y la radio de Atanasio, que estaba encima de una mesa que se volcó y estaba también embarrada en el suelo. En ese momento se apagó la vela, para que no faltara nada. Salió Maritina, a oscuras, y volvió, sin matarse, con otra. Sacamos algunas cosas, trajes y cosas de esas, que estaban secos, y como no podíamos hacer nada mas, salimos.

Cuando se hizo de día volvimos a bajar, entonces ya no había nada más que como un palmo de agua y barro, y ya lo vimos todo bien. Era una monada, todos los muebles volcados y con las patas rotas, la cama grande en dos pedazos, cada cosa por un sitio. Dos orinales, uno en el comedor y otro en la cocina, la tapa del wáter al lado de la nevera, el cubo de la basura encima de la cama grande, y todo en ese plan.

Estuvimos muchísimo tiempo sacando barro, además, Andrés nos mandó unos soldados que también nos ayudaban sacando barro. A las 9 o así llegó papá con unas botas de goma que se compró no sé donde, de esas altas encarnadas, si no imposible. 

A eso de las 12'30, un soldado dijo que venía otra riada. Como es natural, dejamos de sacar barro y sacamos ropa y cosas de esas. Yo, por fin, pude abrir el cajón donde tenía Ata su dinero y lo cogí. Subí también la radio, que no se había volcado, y el Niño Jesús y las fotos de encima. También subimos un montón de trajes, el león, los perros, (figuras de adorno del despacho) y no sé qué más. Conchita se salvó todas sus mantelerías y cosas de esas, que como estaban en un estante alto y ese armario no se había volcado, no se mojaron, (unos se volcaron y otros no, después de la segunda riada ya no quedó ninguno de pie). Sacó también todos los regalos de Enrique, y las máquinas de retratar.

(continuará)

Amparo LLeó

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