Archivo Rafael Solaz
1955 - En los años cincuenta la tecnología del TDT aún no se
había adueñado del espacio y "la chispa de la vida" tenía otros
registros, mientras que el "diario hablado" dejaba su punto de
seriedad en las familias valencianas a cuyos hogares y a través de un pequeño
aparato movido a mano a lo largo de su dial, llegaban pegadizos estribillos dispuestos a
formar parte de su vidas.
Muebles Peris desde Roteros 14, la canción del Cola Cao, el
borriquito de Norit, el caldito de Avecrem
e innumerables tonadillas publicitarias se mezclaban con las agudas y
atipladas voces de los Boby Deglané, Pepe Iglesias a quien llamaban el Zorro o
las académicas expresiones de Matías Prat que, en su mezcolanza y pese a ella,
creaban un mundo de ilusión en las domésticas y débiles economías de aquellos años.
Familias que "brindaban" a diario con las
chispeantes burbujas de "La Flor de Valencia". Una "gaseosa
casera" que se presentaba con sellos de calidad e higiene, elaborada en
unas instalaciones que significaban modernidad.
Y a través de las ondas las burbujas musicales se ofrecían durante las horas de comer en
alegre deseo y en aras de que la
felicidad fuese mayor, contenidas, eso sí, en un buen vaso de gaseosa,
achampañada, cuando terminaba en su frugal cancioncilla aseverando aquello de:
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