Archivo de Rafael Solaz
1890 Ca. – En el lienzo de casas tras el mercado, abre la calle Juan de Villarrasa como indicativo de la cúpula escolapia del siglo XVIII, centro andresiano construido bajo el impulso del Arzobispo Mayoral. La Iglesia de los Santos Juanes mezcla tañidos de campanas con aromas de huertas, traqueteos de carros y murmullos de vecindad.
El Mercado Nuevo de 1839 centra al mercado con su balaustrada de piedra, y el edificio de la Guardia del Principal surge ostentoso.
La alta farola eléctrica ya ha sustituido a las de gas y el mercado hierve de vidas que buscan verduras y carnes para el puchero valenciano, el de los domingos.
Sobre el mercadillo a dos aguas, el de las flores, unos operarios cuidan su mantenimiento y el “pardal de Sant Joan” desde lo alto de su torre pasa lista, vigila para que todo esté en orden y concierto.
El mercado que da nombre a una plaza desde tiempo inmemorial cumple con su misión, y lonas y toldos contribuyen a la diaria y grata visita.
Los Santos Juanes, la “parroquia de los pillos”, donde los avispados pícaros del mercado estaban atentos al abundante cesto de viandas, dando su nombre al templo aledaño.
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