“El día de Pascua
pepito plorava
perque el cachirulo
no se li empinava.
La tarara, sí
la tarara, no
la tarara, mare,
¡que la bailo yo!
Ella porta pirri,
ella porta pirri,
ella porta pirri,
porta polissó”.
El esperado día de pascua daba vida a la tradicional costumbre de celebrar la Resurrección con una explosión de alegría que se manifestaba con la merienda en la huerta, o como en la imagen, en el cauce del río. La fiesta se prolongaba por tres días, y en grupo y con la cesta bajo el brazo o saquito de tela, cantimplora y cachirulo a cuesta. No faltaban los juegos de prendas con el objetivo del beso obligado.
Lechuga, longaniza, huevo duro con su diversidad de colores completaban el “menú”, con la tradicional “mona de pascua”. Y a su aire, el corro trepidante no cesaba hasta que el juego de la “gallineta sega” daba ocasión al roce en busca de la parejita, que no pasaba del "calorcillo" de una mano y algún que otro furtivo beso.
La imagen hacia 1900 sitúa al baile de la tarara como el centro de la fiesta, la tarara sí, la tarara no, mare:
¡Qué la baile yo!
¡Qué la baile yo!
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