1936 – Es imposible entender la fiesta de la Pascua de Resurrección dejando aparte la mona y el cachirulo.
Resultaba una proeza utilizar la fuerza del viento para elevar su alegre caricatura, dispuesto a soltar todo el hilo de palomar (previamente encerado) con la ilusión de fijarlo altivo en el cielo, y con ello, para que luciera su cola de trapos en suave mecido. Y tal es su importancia que aún en los actuales día los vemos en lo alto, como indicándonos una fiesta en la que una gran parte de sus tradiciones, por desgracia, han pasado al olvido.
“El chiquet ploraba perque el cachirulo no se le empinaba”.
Resultaba una proeza utilizar la fuerza del viento para elevar su alegre caricatura, dispuesto a soltar todo el hilo de palomar (previamente encerado) con la ilusión de fijarlo altivo en el cielo, y con ello, para que luciera su cola de trapos en suave mecido. Y tal es su importancia que aún en los actuales día los vemos en lo alto, como indicándonos una fiesta en la que una gran parte de sus tradiciones, por desgracia, han pasado al olvido.
Artilugios caseros por excelencia se distinguían por sus diferentes formas, siendo la hexagonal y en estrella las que más abundaban. O como el que observamos en la foto con unas tiras de papel que sugerían mayor prestancia y alegría.
Cañas, papel, hilo de palomar y pegamento, más tela para la “cua”, eran los útiles necesarios para su construcción sobre la mesa familiar, que una vez terminado y recogido el hilo torno a una palo, sólo faltaba buscar el adecuado lugar en la huerta y algo de viento para elevarlo. Si el hilo tiraba, la amenaza del “fil trencat” ponía su punto de riesgo en aquellos momentos de distracción.
Y soltada toda la cuerda, convertía a nuestro cachirulo en un pequeño punto que se mecía en el aire. Llegaba el momento de mandarle un telegrama de papel a través de la panza de hilo que se elevaba por la brisa del viento.
¡Tira y suelta del hilo, que sube, sube...!
¡Tira y suelta del hilo, que sube, sube...!
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