1960 Ca.- Valencia fue una ciudad considerada como conventual, por los muchos que había. Dentro y fuera de sus murallas. Varios de ellos de gran porte, y como era habitual, como lugar de residencia de damas de gran alcurnia, hasta de reinas consortes. También lugar de destino de quienes optaron por su retiro y oración, en sus pequeñas celdas o paseando las pandas de sus claustros.
El Convento de la Zaidia estaba situado en la barriada de Marchalenes, en la en un tiempo no muy lejano llamada carretera de Barcelona, pasada la Torreta en su inicio y antes del cruce con el “trenet”.
Convento fundado por Doña Teresa Gil de Vidaure, tercera esposa de Jaime I el Conquistador, con quien se había desposado en secreto matrimonio, custodiado por las monjas de la Orden del Cister. Fue lugar de retiro de su fundadora, una vez abandonada por el monarca, donde tomó los hábitos y permaneció hasta su muerte en 1285.
El Convento fue destruido, al igual que el Palacio del Real, en la guerra contra el francés, aunque tuvo más suerte pues fue reedificado, permaneciendo hasta los inicios de la década de los años sesenta del pasado siglo, cuando fue definitivamente derribado para la ocupación inmobiliaria, mientras que la monjas fueron trasladadas al poblado de Benaguacil.
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