miércoles, 30 de julio de 2025

HOMENAJE A JOSÉ DE RIBERA

                                       
En la plaza del Temple 

Un pintor que no estuvo en España, que casi toda su vida la vivió en el extranjero pero haciendo gala siempre de su tierra natal.

José de Ribera, unos de los pintores más influyentes del siglo XVII. Sí, nos hemos remontado mucho en el tiempo. Con apenas 17 años marchó a Italia y ya no volvió nunca, pero sus obras las firmaba como hispanus, valentinus y setabensis.

Llegado el año 1886, D. Aurelio Querol, hombre intelectual de su época, tuvo la iniciativa de homenajear al pintor, convocando a artistas valencianos el 24 de enero de 1886 al aproximarse la fecha del tercer centenario del nacimiento del pintor recaudando así fondos y construirle un monumento. No le hizo falta recoger mucho porque el artista Mariano Benlliure se prestó desinteresadamente para hacer la estatua. Tan solo había que pagar la fundición y debía ser en Roma como única condición.

El 12 de enero de 1888 el pintor Ribera ya tenía estatua y con ella en cierto modo un homenaje para todos los artistas valencianos.

Veamos ahora como se gestó la estatua y los lugares que pasó hasta el definitivo, y esperemos el último.

Lo primero hay que decir que obtuvo el primer premio de escultura de la Exposición Nacional de Madrid de 1887, hecho que consagró al joven Benlliure de 25 años. Creó del frio bronce una figura con una vestimenta que parece real en sus pliegues cayendo con naturalidad sobre las calzas. Una filigrana de fina puntilla en la gorguera cubre su cuello y espalda. Porta espada de perfecta empuñadura como buen representante de un caballero español. La mirada parece la de estar mirando alguno de sus lienzos del martirio de algún santo, tal cual llega de la calle y aún con su capa recogida coge en su mano izquierda un puñado de pinceles y en la otra una paleta llena de grumos de pintura. El escultor quiere dar el toque bohemio y desaliñado que parece que frecuentan los genios a través de un botón desabrochado.

El boceto en yeso antes de la fundición se lo regaló a su hermano José y actualmente parece ser que está en Madrid, en la casa museo Sorolla.

Se instaló el 12 de enero de 1888 en la plaza del Temple como se ve en la fotografía de portada, solo porque parecía un buen lugar.

                                  
 En la plaza Emilio Castelar

Permaneció allí durante 15 años porque en 1903 fue al solar que había dejado la Plaza de San Francisco, tal cual, ya que el Ayuntamiento, propietario del solar, ya tenía previsto cambiar el estado de la plaza de manera radical en 1889, y allí fue a parar como si fuera el preámbulo de una reforma que pronto se vería acompañado por otros ornamentos como una pequeña colina, una gruta hecha de rocalla, un puente y una cascada que irían dando forma al penoso solar. Un año más tarde llegó la plantación de árboles y el comienzo de la construcción del nuevo Ayuntamiento.


                                       
En la plaza de Teodoro Llorente


Y poco más que decir sobre el siguiente emplazamiento para el ilustre pintor. Que alegando a la transformación urbana de los años 30 llegó a la plaza de Teodoro Llorente donde permanece.

Texto de Amparo Zalve

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