martes, 11 de octubre de 2022

EL PASADIZO QUE NO FUE


1920 - Valencia es una ciudad que nos sorprende. Bien podríamos decir que en realidad es sorprendente.

Obras que se eternizan en su centro histórico, desmereciendo la zona, han sido y son una constante durante décadas. Así podemos observar en diferentes puntos de la ciudad lugares que obstaculizados en su restauración, bien por el propio Ayuntamiento o por la misma Generalitat, de esta guisa van pasando los años sin que la razón de su destino, por todos deseado, culmine con el fin propuesto.

Tenemos en lugares muy próximos a instituciones entrañables edificios abandonados que con seguridad motivan la extrañeza al turista embelesado por la ciudad. La Catedral, el Ayuntamiento y la Lonja, por citar los más representativos, resultan ser focos de esta casuística producto de la desidia de quienes deberían cuidar el ornato del cap i casal.

Los valencianos, acostumbrados a ello, dejamos de sorprendernos, pero la realidad es que Valencia es sorprendente.

Desde hace décadas la restauración de “la Casa del Relojero” de la calle del Micalet era un objetivo que dormía en las estanterías gubernamentales, con el peligro añadido de que a algún ocurrente político o funcionario de elevado rango hubiera optado por su derribo dispuesto para un ensanchamiento urbano en forma de pequeña plaza, o bien para otro destino alejado a su acontecer histórico.

Pero lo que nos sorprende al tiempo que nos descubre es que la Catedral de Valencia bien hubiera podido disponer en la actualidad de un tercer pasadizo elevado. Hubiese bastado con que un proyecto del siglo XVIII se llevara a cabo, imposibilitado éste por un vecino cuya negativa frenó su construcción. Se deduce que su influencia sobre la ciudad fue notoria.

Con la restauración de “la Casa del Relojero”, tan deseada, y por su interior, nos enteramos por la prensa de estos días que se ha detectado el inicio de un pasadizo elevado, que resulta estar cegado, para su comunicación directa con el campanario del Miguelete, a semejanza de los existentes con el Palacio Arzobispal y la Basílica de la Virgen, para facilitar las labores del empleado municipal, quien, aparte de su cuidado y mantenimiento, debía darle cuerda todos los días en su misión de ser la hora oficial de la ciudad.

Lo dicho, una ciudad que nos sorprende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario