En los albores del siglo XX la legislación laboral no era más que un sueño para los obreros, tanto en cuanto se veían muy limitados para conseguir sus reivindicaciones.
Aquellos primeros años del siglo la inquietud del mundo del trabajo era inmensa, especialmente en torno al puerto de Valencia por su gran actividad exportadora de los productos agrícolas valencianos, enfrentado como estaba a los patronos en una constante lucha social.
En aquel contexto, los obreros valencianos necesitaban de una casa social como lugar de encuentro donde motivar sus peticiones, estimulados a su logro por las sociedades obreras que faenaban en este sentido. Es así cómo iban a surgir la Casa del Pueblo del Grao situada en la calle Fernán Nuñez, mientras que en la ciudad empezaría su actividad en la calle En Sendra de Velluters.
Esta última impulsada por Vicente Blasco Ibáñez quien al no gozar del suficiente nivel económico, tras ofrecer lo que pudo, recurrió a sus amistades; a ellos gracias pudieron alquilar las casas para el refugio de las sociedades obreras.
Entre ellas, por su proximidad al puesto de trabajo, destacó la del puerto, lugar en el que miles de obreros, trabajando horas y horas sin descanso, embarcaban las abundantes cosechas de la huerta en beneficio de unos “caballeros” que sin exponer ni participar de los trabajos, eran los únicos que se aprovechaban para su lucro personal, merced a las posibilidades que ofrecía el Puerto de Valencia.
Puerto de Valencia en apariencia tranquilo, pero al estar en poder de los patronos, conscientes estos de la importancia del incipiente mundo obrero, tramaron por la destrucción de aquella masa social, que con el paso de unas décadas, acabaría por imponerse en sus reivindicaciones, pero de forma limitada.
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