El causante fue el proyecto de Unificación de líneas tranviarias para la explotación común de las de Valencia al Grao y playa de Levante de 1906, y la modificación del extremo de la línea del tranvía eléctrico de la calle Mayor del Grao al extremo del muelle de Poniente de 1909.
El primer apeadero fue en la playa de Levante. El extremo de la playa se cerró con un bucle para que no existiera peligro por cualquier maniobra peligrosa que se pudiera realizar, ya que era punto de gran aglomeración, creando así un espacio interior en el que se colocó una marquesina de base exagonal, con seis soportes que levantaban un gran umbráculo de doce lados, cuya estructura la formaban doce vigas de celosía recogiendo una cubierta de mimbre. Un sitio tan agradable y sombrío que se convirtió en apeadero, en lugar de paseo y para el reposo. Su decoración así lo hacía, provisto de maceteros con plantas, y alumbrado nocturno.
El segundo apeadero se instaló pocos años después, 1910, pero esta vez en el muelle de Poniente, al modificarse la linea del tranvía eléctrico de la calle Mayor del Grao hasta el extremo del muelle de Poniente. Era una zona más alejada de la proximidad del Turia y por lo tanto las aguas estaban más limpias. Así fueron proliferando en la zona más casas de baños donde las aguas se tomaban con mayor limpieza.
La playa de Caro se llenó de merenderos, donde se disfrutaba de la brisa del mar en periodos estivales y del sol en invierno caminando por su agradable paseo. Otro bucle con apeadero y marquesina. Este era precioso y de grandes dimensiones, hasta con una garita para el Jefe de Línea. De base poligonal con 29 metros de diámetro y 15 de altura en la zona central. Tenía una gran cúpula central que de ella nacían cuatro naves abovedadas. El esquema era en forma de cruz.
El gran kiosco Chantecler que se hallaba en dicha rotonda, junto a la marquesina, deleitaba con sus sesiones musicales las noches de la feria de Julio.Todo ello adornado con plantas ornamentales y un alumbrado incandescente. Se desmontó en 1933 por su peligrosidad al hallarse en muy mal estado.
Texto de Amparo Zalve Polo
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