lunes, 7 de junio de 2021

LA VIDA EN LOS PRIMEROS TIEMPOS PARA EL COLEGIO IMPERIAL DE LOS NIÑOS HUÉRFANOS DE SAN VICENTE FERRER

 

La Casa del Emperador, que así se le llamaba desde que se construyó, en 1609 con la expulsión de los moriscos quedó vacía. Había dado educación  durante años a hijos de moriscos, en una escuela que se llamaba Colegio Imperial Nuestra Señora de la Misericordia.

Pronto se ocupó de nuevo con otros niños. Estos, huérfanos de padre y madre o solo de uno de ellos, pero insolventes para poder mantenerlos. Ahora era el Colegio Imperial de Niños huérfanos de San Vicente Ferrer.

La vida en su interior se desarrollaba queriendo aparentar una vida familiar y basada en el reconocimiento cristiano, a la vez que  la aceptación de una Constitución interna de 1748 aprobada por las autoridades del momento.

Lo fundamental era aprender a leer y escribir. Luego ya se vería de enseñarse en un oficio dependiendo de las aptitudes de cada uno. Sabían que a los veinte años ya no estarían allí.

Al entrar se hacía constar el nombre de los padres, fecha de nacimiento y fe de bautismo. Se pasaba ya a la zona de separación entre niños y niñas.

Un seleccionado equipo de personas procuraban la atención en el orfanato. Serían:  Clavario, Mestre, Reboftera, Mare dels xics, Cuinera, Alguazil, Receptor, Metge, Barber, Síndico, Advocat, Comprador, Ajudant del metche, y Ajudanta de la Mare dels xiquets.

Aunque las figuras más relevantes de todas ellas eran la Mare dels Xiquets y el mestre. Y lo eran porque simulaban ambos el referente de la familia.

El día a día era como para cualquier niño de fuera de la institución. A las niñas no se les enseñaba a leer y escribir hasta bien entrado el siglo XVIII. A ellas se les educaba a saber llevar una casa, por si tenían que servir.

Las salidas más frecuentes eran para ir a las iglesias, a los mercados, e incluso por las casas, como limosneros, siendo esta la forma de sustento del orfanato, provistos de una carta de autorización bajo el brazo, donde se hacía entender de su condición.

La Mare dels Xiquets procuraba llevarlos siempre limpios y arreglados. Una muda semanal de ropa limpia y remendada. Los domingos por la mañana recogía la ropa sucia, y después de contarla para que fuera la misma de vuelta la enviaba a la lavandera.

Al niño que estuviera enfermo se le cocinaba en una olla de barro una comida adecuada, que ya estaba la cocinera para entender de males, y procurando hacerlo a fuego suave. Mientras la visita del médico sería cada día dos veces, hasta que estuviera sano.

Los niños acompañaban al Comprador, porque también había que enseñarlos. Vigilante estaba de que por el camino de vuelta no se fueran comiendo lo que llevaban. Cuidaba así mismo de las puertas, sobre todo de la principal que era la que más se abría, no abriendo esta a no ser de absoluta necesidad, como lo era la entrada o salida de las caballerías.

Las niñas  bajaban a la cocina y eran enseñadas en el arte de guisar, así como el de coser y lavar.

Ya de noche, y antes de acostarse, acompañados de la Mare dels Xiquets, los niños que podían rezaban en comunidad el Padrenuestro, Ave maría, Credo, Salve Regina y una confesión general. Al menos una vez al mes confesión y comunión.

Como nota anecdótica vemos los salarios correspondientes dependiendo de la función desempeñada, aunque resulta algo chocante.

Clavario, 152 libras

Maestro, 52 libras

Reboftera, cada año 15 libras

La Mare dels Xics, cada año 15 libras

Cocinera , 15 libras

Alguazil, por cada año 24 libras

Receptor, cada año 34 libras

Médico, cada año 15 libras

Barbero, cada año 15 libras

Síndico, cada año 10 libras

Abogado, cada año 10 libras

Comprador, cada año 15 libras

Ayudante del médico, cada año 10 libras

Ayudante de la mare dels Xiquets, cada año 10 libras

Este edificio comenzó su derribó en 1968, y en 1977 quedó inaugurado en nuevo en la localidad de San Antonio de Benageber.

Texto de Amparo Zalve Polo 

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