Una plaza del siglo XV, cuando los pellicers -artesanos que se dedicaban al uso y comercio de pieles y ropa- aún se encontraban extramuros de la ciudad. Allí tenían un obrador comunitario. Algunos le llamaban “La placeta de la Escurà” porque en ella se celebraba entre otras cosas la feria de les Escuraetes desde el siglo XVIII, para que los aprendices mostraran sus trabajos y fueran admitidos en el oficio.
Plaza la de Pellicers muy animada donde además de la feria, había falla, bailes, novilladas, circo, e incluso los primeros partidos de fútbol que se jugaron en la ciudad, dando lugar al Club Deportivo Pellicers que duró hasta 1939. Hubo presencia de forma continuada de escuelas públicas e incluso una religiosa, incluyendo la Casa Colegio del Arte Mayor de la Seda. Cito por su importancia la Escuela Moderna de Valencia, filial ferrecista (fundada por Francisco Ferrer Guardia), siendo autentico hervidero de revolucionarios valencianos que defendían la educación de su prole, fuera de las manos del Estado y de la Iglesia. La importancia de esta escuela dio lugar a que durante la Guerra Civil cambiara de nombre por el de Plaza de Ferrer Guardia, así como la sustitución de la fuente por una escultura del susodicho, hasta que desapareció en 1939.
Hubo cambios importantes anteriormente, al ser derruida la Casa Cofradía de los Cortantes (carniceros) en 1842, donde se iban a construir viviendas. Los antiguos gremios fueron desapareciendo y también los artesanos locales que estaban ubicados en las inmediaciones de la plaza, abriendo paso a las nuevas sociedades obreras a mediados del siglo XIX.
Se vende en pública subasta una casa de propiedad del Gremio de Torneros en la calle del Hospital. Se había convertido en una plaza que no solo era frecuentada por trabajadores, sino que además era un núcleo de conspiración y lucha durante el Sexenio Revolucionario y durante la insurrección de octubre de 1869, levantándose barricadas en sus bocacalles resistiéndose a las tropas gubernamentales. Igualmente rica por su anecdotario.
Una plaza rebelde en sus finales, que, tras la Guerra Civil, el primer plan urbanístico de la ciudad de 1941 acabó con ella.
Texto de Amparo Zalve Polo
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