El sueño de los niños y no tan niños, porque lo han sido y ¡Quedan
tantos recuerdos!
Es como un cuento del “Érase una vez...”
Érase una vez un niño que creía en la magia. Escribió con
ayuda su carta y la metió en una boca de león de la calle Correos. Hizo falta
que su padre le aupara.
Tenía miedo de que el león cerrara su boca y la mano quedara
allí atrapada, pero le podía más el imaginar que los Reyes Magos recibirían la
carta con los juguetes que tanto le gustaban, y aunque el año anterior no le
habían dejado el coche teledirigido, igual este año se había portado mejor y se
lo traían.
Al día siguiente, cinco de enero, acompañado por sus
abuelos, acudieron al puerto, pues en Valencia los reyes magos vienen en barco,
para eso tenemos mar.
Una barca llena de banderitas de colores y otras barcas que acompañaban a sus
Majestades.
Había un pasillo por el que pasaban los Reyes y toda la
comitiva, y veía muchos camiones y furgonetas cerradas, que nunca pudo a llegar
a entender como cabían allí tantos juguetes como niños habían.
Debían de darse prisa para llegar a la plaza del Caudillo,
porque ellos tenían que llegar hasta allí, para subir en una grúa que los
dejaba en el balcón del Ayuntamiento.
Desde allí nos decían a todos los niños que fuéramos buenos
y que esta noche llegarían a nuestras casas para dejarnos los juguetes que les
habíamos pedido, o ... lo que sus Majestades quieran.
Un poquito de turrón con una copita de mistela de Turís y un
puñadito de algarrobas para los camellos y a dormir.
Texto de Amparo Zalve Polo
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