Archivo Municipal
1908 - Se celebraba justo el primer centenario desde aquel grito
del “Palleter”, Vicente Domenech, en la “plaza
de les Panses” y Valencia entera tenía ganas de celebrarlo por todo lo alto.
Lo Rat Penat, y bajo
su batuta, fue la entidad que recordó la gesta en una iniciativa a la que se sumó toda la vida social, cultural, religiosa, política, universitaria e institucional en suma, con todos sus estamentos que se
fue congregando en el domicilio de la entidad de la plaza Manises, donde su
presidente, el barón de Alcahalí, fue el gran anfitrión.
La marcha se inició a las once y diez minutos de aquel domingo
28 de Junio y para la relación de todas las entidades que acudieron, su extensión
excede la pretensión de esta entrada. Una comitiva que se iniciaba por una
pareja de guardias municipales a caballo y la bandera de “Lo Rat Penat” y que se
cerraba con una banda de música del Regimiento de Mallorca, y un piquete del
mismo con secciones de artillería, ingenieros y caballería mandado por
oficiales.
Con gran afluencia de gente se recorrieron las calles y
plazas de los Hierros, Constitución, Miguelete, Zaragoza, Reina, San Vicente, Emilio
Castelar y Sangre, donde el alcalde sr Maestre se sumó al acto con la bajada según su costumbre desde
el balcón Consistorial de la Senyera, con vivas a Valencia y a España, todo en
un ambiente muy solemne, pero también entusiasta y emotivo.
Y por las calles de la Sangre, San Vicente, San Fernando,
Mercado, Ercilla y Lonja, se llegó a la plaza de les Panses donde desde una
tribuna al efecto, el barón de Alcahalí recordó el grito del Palleter, encumbrando
su significado para descubrir una lápida frente a la Iglesia de la Compañía fijada
en el cerco de La Lonja.
No terminó ahí el emotivo acto, pues por la calles de
Cordellats, plaza del Mercado, Bolsería y Cuarte, la comitiva alcanzó las
torres de Quart, donde se repitieron las emociones, con la colocación de un
placa en recuerdo de la resistencia de los valencianos al acoso artillero de
las tropas del general Moncey a la ciudad amurallada.
Las heridas pétreas sobre las torres son un homenaje
permanente, un eco al grito del Palleter que jamás se extingue.
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