Archivo de Rafael Solaz
La parra y la higuera junto con el carro y el perro, en su conjunto, nos prodigan un instante mágico que representa el sabor más genuino de la huerta valenciana.
La foto hacia 1935 nos regala a sus protagonistas: el clan familiar en torno a la huerta, en el que la presencia del niño sugiere la continuidad en el esfuerzo, aunque en el discurrir de los años se haya visto reducida en su extensión por la asfixia a la que se ha visto sometida por su cercanía a la gran urbe.
El caballo es la enseña de la fuerza, en esta ocasión conducido por el huertano, quien en su apacible posado, cigarrillo entre sus labios con el cabezal en la mano y junto a la esposa orgullosa por su contribución al trabajo, como sustento del hogar, muestran unidos el orgullo por su "contribución a la huerta".
Y con la parra al fondo, tan presente siempre, con sus racimos de ilusión y el aliño de sus pámpanos.
Y con la parra al fondo, tan presente siempre, con sus racimos de ilusión y el aliño de sus pámpanos.
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