Con la desaparición del Palacio del Real en la guerra contra el francés, el de los Condes de Cervelló iba a tomar una gran importancia para la historiografía española debido a los acontecimientos que en su interior se iban a producir a lo largo del siglo XIX, convulso por excelencia.
El Palacio fue el centro de la vida política nacional, ubicado en la plaza de Predicadores y frente a la Capitanía General. Todo un referente y epicentro de la vida social y política durante toda la centuria. O casi.
Fernando VII, el Deseado por muchos, truncó la Constitución liberal de 1812 firmando el decreto de su abolición en el interior de sus paredes.
El Manifiesto de los Persas había ido tomando cuerpo entre las sombras del Palacio, “Dado en Valencia á 4 de Mayo de 1814”; en el mismo lugar y en 1840, donde María Cristina abdicó de su Regencia. La Reina Isabel II tuvo en el palacio sus habitaciones, hasta que tras la "revolución de 1968: la Gloriosa", hallándose de vacaciones en San Sebastián, marchara al exilio francés, todo ello como consecuencia de la presión del pacto de Ostende que tramaba por su abdicación, dirigido por el General Prim.
Pocas veces Valencia tuvo tanto protagonismo y durante tantos años en la política nacional, tan solo en el siglo XV bajo el reinado de Alfonso el Magnánimo.
Cuatro largos siglos tuvieron que pasar. Tras el XIX, el “levante feliz” y poco más.
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