Archivo de Rafael Solaz
Años 50 - Llegaba el domingo y la paella no podía faltar en ninguna casa valenciana, orgullosos por derecho propio en aquellos años de un plato que iba en el buen camino para alcanzar su justa fama universal. Como si de un rito sagrado se tratase, la familia se reunía -y reúne- torno a la paella cual día de precepto culinario, y de esta guisa iba dando fuerza a una más de nuestras tradiciones, que aunque no viniera de antiguo, iba adquiriendo carácter de valencianía, toda vez que en tan rico plato se concentra el sabor y la esencia de la huerta valenciana. En la foto de aquellos años, una vez reposada y en su punto y en un lugar de Benicalap, las dos mujeres con su delantal se disponen a emplatar, ayudadas por un endomingado y presto caballero, así como por otro familiar, con boina, para dar cuenta de una paella que por sus características hace suponer que sean muchos los asistentes a la “ceremonia”. Paella y domingo, pollo y conejo, arroz y verduras: de la huerta a la mesa y en ”cónclave familiar”.
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