Poco tiempo hacía que la plaza de la Reina había cambiado, y lo que progresivamente iba a cambiar, con todos los derribos que quedaban de las diferentes calles y casas. Estaba pasando de ser una placita recoleta y triangular a ser la plaza a la que acudía lo más selecto de la burguesía comercial.
Todavía estaba un poco incomunicada, cuando aún la calle San Vicente Mártir era angosta y en proceso de alineación, y la calle de la Paz inacabada, que solo estaba abierta en dos tramos.
El edificio Singer, porque así se le llamaba al albergar las primeras máquinas de coser que se introducían en España desde el extranjero, enseñando a través de los cristales de sus bajos la presencia de señoritas aprendiendo a usar esas máquinas revolucionarias para instruirse en el arte de la costura, más rápida que la que hasta entonces había sido manual, y se emplazó en la esquina de la calle de la Paz con la Plaza de la Reina, concretamente en el número 2 de la calle de la Paz.
En los años 30 el 90% de las familias españolas tenía una máquina de coser de la marca Singer y figuraba como el regalo más preciado para casarse. La Singer costaba entre 75 y 160 pesetas, convirtiéndose, como si dijéramos, en una obligación para las jóvenes de la época. Empezaron a proliferar los talleres de costura. Pero la Guerra Civil llegó y al menos durante ese tiempo y los años 60 no entró en Valencia, ni en el resto de España, ni una Singer más ni sus repuestos. Cosa que aprovecharon nuevas marcas para abrirse camino.
Por consiguiente estamos viendo una fotografía en la que el edificio Singer nos lleva a su terreno en un suelo embarrado perteneciente a la calle de la Paz, en el que se mezclan los primeros automóviles con los carros huertanos, seguramente por la proximidad del Mercado Central e insinuándose una de las calles que en poco tiempo iba a desaparecer situada junto al icónico edificio Singer, la calle Campaneros.
Texto de Amparo Zalve


No hay comentarios:
Publicar un comentario