sábado, 25 de octubre de 2025

DE BEATAS A MONJAS DEL CONVENTO DE JERUSALÉN


Un convento que se iba a situar en el mismo lugar donde anteriormente era un beaterio, uno de los lugares donde las beatas, al igual que en otros que habían en la ciudad durante los siglos XIV y XV, estaban en régimen de comunidad. Que no me olvide de una anécdota: Dos hermanas de San Vicente Ferrer vivían allí.

Comenzamos la historia:

Las beatas de la Orden tercera de San Francisco vivían con su devoción en aquel lugar hasta que en 1496 sucedió que el rey Fernando el Católico y el que era el arzobispo de Valencia, el cardenal César Borja a instancias del gobernador Cabanilles, obtuvieron del pontífice valenciano Alejandro VI que esa congregación se convirtiera en la comunidad de religiosas de la Segunda Regla de Santa Clara, ¡Vaya nombrecito!, y con el nombre del Santo Sepulcro de Jerusalén. Las beatas se fueron a otro beaterio en la calle Renglons.

Como he dicho, el gobernador era Cavanilles, pero lo era porque el primer apellido, el del padre, por lo que se ve se lo dejó a un lado, que era Villarrasa, aunque lo tuvo en cuenta para el escudo de la puerta principal como ahora veremos.

El convento fue fundado bajo la advocación de Ntra. Sra. del Espasmo (otro nombrecito peculiar). Las primeras monjas que aparecieron fueron clarisas de Gandía, recibiendo la protección de Don Luis Cabanilles y Villarrasa (ahora sí que está completo). Su deseo fue habitar en aquel convento para toda la eternidad, y así fue, como también el deseo de Don Juan de Brandemburgo, esposo de la reina Doña Germana de Foix. El mosén fue el primero de tres Cabanilles con este ilustre apellido que por espacio de cincuenta años tuvieron el cargo de la gobernación del reino de Valencia. Este en concreto gobernó desde 1481 hasta 1503.

Dejando atrás esos inicios llegamos a los siglos XVIII y XIX en los que el convento tuvo unas remodelaciones, contando con varias portadas góticas interesantes que duraron lo que duraron allí las monjas, o sea, hasta la exclaustración y el derribo.

El interior albergaba algunas pinturas buenas, entre ellas La Virgen de la Leche de Joan de Joanes, y un bonito Salvador de Ribalta. En la guerra de la Independencia se derribo buena parte del convento y desaparecieron algunos cuadros. Tras esta y para su reconstrucción de los cuadros que quedaron hubo la necesidad de ponerlos a la venta. El de La Virgen de la Leche fue a la iglesia de San Andrés. El de Ribalta lo pudieron conservar, pero después del derribo ya no sé donde fue a parar.

Archivo Municipal

Otra cosa del convento a resaltar era la portada principal gótica. Que se remonta al siglo XV ya en el segundo periodo de la construcción. Y volvemos al mosén. En el escudo de esta portada, pero con alguna dificultad en la fotografía, y a ambos lados, se ven las cinco rosas de Villarrasa y el cordero Pascual de Cabanilles, en una mitad. En la otra mitad se ve un monte de oro con una flor de lis, que es el blasón de la esposa del fundador, Doña Francisca Monsoriu.

Llega el final del convento, el derribo. Las puertas pasaron a propiedad del derribista, que tuvo la gentileza de la principal donarla al Ayuntamiento, y desde ahí ya se pierde la pista.

Apago los cantos gregorianos que me han estado acompañando durante el texto, que ojalá pudiera hacerlos llegar para la lectura de los que ahora me están leyendo porque en verdad la imaginación todo lo puede.

Texto de Amparo Zalve

No hay comentarios:

Publicar un comentario