viernes, 18 de abril de 2025

LA MONA EN EL RIO : MIRADA DE NOSTALGIA

 

La Pascua en el río Turia es un espectáculo estupendo a través de su larga extensión a su paso por la ciudad de Valencia, desde el poblado de Campanar hasta la desembocadura en la playa de Nazaret.


Llegada la media tarde se tienden las servilletas, descubriéndose las cestas de las viandas y tras un destapar de botellas empieza la mona de Pascua.


El cielo se cubre rápidamente de cometas exagonales, estrelladas y romboidales. Y a punto de oscurecer el sol cantan y bailan... se arriman, se alejan, se agarran y se sueltan. Y un poco más allá, entre carcajadas, se juega a las cuatro esquinas.


Mientras en el azul oscurecido del cielo seguían elevándose los “catxirulos”, con tres cañas, papel y cuerda de palomar. La cola hecha con retales y pegamento. Algunas son tan grandes que los hombres del grupo las tienen que portar entre varios sobre unos maderos mientras los más jóvenes los esperan alborozados. Los días previos, en las tiendas que rodean el Mercado Central han vendido ya hechas para los que o no sepan o no tengan la tradición de hacerlos.

Una prosa escrita el 11 de septiembre de 1904 por el Padre Lucas, que es el seudónimo del Padre San José de Calasanz Rabaza, describe muy bien esta fiesta popular en la revista “Piedad y Letras“.

LA MONA DE PASCUA 

Entre las cosas notables de que la Historia nos habla,

un nombre imperecedero tiene la Mona de Pascua.

Utiel, pagando tributo a una institución tan nombrada,

hace las mejores monas que ha celebrado la fama.

En medios de los ayunos de la Gran Semana santa,

las mujeres dedican y en ello ponen el alma,

a preparar con derroche las monas tan deseadas,

verdaderos almacenes de huevos y tajadas.

Esos días en los hornos ni las manos ni las palas

se dan punto de reposo, entre tantas parroquianas.

Unas su gusto acreditan amasando ricas pasas,

otras lucen sus dibujos de mil formas confitadas.

Hay monas grandes que asustan, otras son una monada,

por lindas y caprichosas según gustos y humoradas.

Pero todas en sí encierran bajo misteriosa tapa

un depósito de huevos, de longaniza y magras.

Cuando llegan estos días,las personas allegadas

junto a la menestra, y juntas a la campiña se lanzan,

dónde cien y cien familias, por la alegría hermanadas,

comen, beben sin tiento, ríen y bailan.

Alguno rompe en la frente de la que hay más descuidada

el huevo duro, y resuenan aplausos y carcajadas.

Entre los peroles quiebra, aquél se tizna la car,

mientras la bota rodando monas con monas enlaza.

Cuando solo restos quedan, decidoras ya las viejas,

retozonas las muchachas, los zagales atrevidos,

la multitud animada, empiezan mil diversiones

en que todos se solazan.

Aquí la catacumba, allí bailan la tarara,

allá juegan a pillares, más allá a calabazas,

acullá a los juegos de prendas, o al ratón y la rata.

Y los hombres, mujeres y niños triscan, hierven, corren y saltan,

hasta que cierra la noche, y al son de varias tonadas,

en numerosas cuadrillas van regresando a sus casas.

Dos días esto repiten, y aunque esos días se pasan,

hay alguien que todo el año piensa en la Mona de Pascua.

Texto de Amparo Zalve

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