jueves, 6 de marzo de 2025

POSADA Y PLAZA DEL ÁNGEL


La muralla árabe cruzaba la calle de Santa Cruz, y por la casa número 4 pasaba por el interior de la posada del Ángel a buscar la plaza del Horno Quemado.

Todo comienzo fue un altarcillo en la fachada de una casa, un retablo de azulejos esmaltados figurando al Ángel San Miguel. Ahí estaba ya en el siglo XIV. Tan famoso se hizo que en 1701 la plaza tomó su nombre, la plaza del Ángel. Ya parece que a esta fecha la casa en sí podía haber tenido un negocio, más bien mesón. Referida de muchas maneras después de tantos años en pie, mesón, posada, hostal, taberna o parador, que ocupaba una casa de dos plantas en la que las habitaciones estaban en el piso de arriba y la única ornamentación era la fina capa de cal que recibían de cuando en cuando sus paredes.


Plano del Padre Tosca donde se ve la posada adosada a la muralla mora y a las dos torres

Iban pasando los años, y la vida en la ciudad cambiaba mientras que la casa del número 4 de la plaza del Ángel seguía recibiendo a los ordinarios que llegaban a descansar de las zonas de Murviedro, Cuartel, Quart, Vall D´Uxó, Nules, Villavieja, Burriana, Villareal, Onda y Betxí.


Vayamos a tiempos atrás y miremos el suelo de la plaza, de tierra, sin empedrado ni acera. Si era invierno porque lo era, con un lodazal intransitable, donde los carruajes de los ordinarios se estancaban en el barro y sus ocupantes tenían que bajar y llegar caminando. En verano no es que fuera mejor porque los vientos de poniente en un clima tan caluroso levantaba polvo y tierra. Además que la calle recibía la basura directamente al igual que el agua sucia. El desorden estaba servido. Era frecuente que al entonces Diario Mercantil de Valencia acudiera gente buscando a sus animales extraviados. En un ejemplar de 1837 se publicó: “Quien hubiese encontrado una cabra que se perdió el viernes pasado en el Trosalt, pelo blanco, y los cuernos cortados, se servirá entregarla al dueño de la posada del Ángel, quien dará 10 reales de gratificación”.

No quiero terminar sin decir lo que pasó con el Santo, que por un altarcillo, una plaza. Después de alguna renovación despareció, y lo hizo a finales del siglo XIX o principios del XX. Lo que es cierto: que en el año 1839 el Ayuntamiento ordenó el retiro de los retablos y pequeños altares de las calles.

El acabose fue cuando llegó la riada de 1957 que toda la plaza quedó muy dañada y las aguas acabaron con la posada, el ultramarinos, el zapatero, dejándonos al recuerdo de lo imaginado de una pequeña plaza muy populosa.

Texto de Amparo Zalve

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