martes, 18 de febrero de 2025

UN INFRACTOR EN EL TRIBUNAL DE LAS AGUAS


                                               
Fotografía de 1927

¡Denunciats de la Acequia de Quart!, se clavó en sus oídos cuando el Alguacil le pidió la venia al Presidente.

Con el sol en su cenit, a las doce del mediodía, cabizbajo y asustado acudió a la cita con el Tribunal de las Aguas, aquel al que tanto había respetado, como una insignia de lo que era, de lo que habían sido sus antepasados, y ahora le caía el yunque de la justicia por algo que no quiso hacer pero al que la situación le había obligado.

El cercado junto al lado derecho de la puerta de los Apóstoles de la Catedral albergaba las ocho sillas de madera de fresno blanco aún vacías por los Síndicos. El Guarda de la acequia le entregó la citación el jueves pasado, porque un vecino había dado la queja. Y no estaba exento de razón, por un cierto tiempo había dejado de mantener la acequia limpia de todo residuo que el viento en sus últimas andaduras había plagado de las sueltas que toda huerta produce, en su mayoría eran cañas, y estas impedían que el agua circulara en condiciones.

Si al menos algún otro regante hubiese sido el primero en declarar sus nervios hubieran sido menores ante la presencia de Tribunal, pero así eran las normas, siendo la Acequia de Quart la primera en declarar si tenía algún acusado. Los de Rovella eran más afortunados ya que eran los últimos, el que esta vez iba era por alterar el turno de riego, a ese puede que le cayeran más sueldos.

De todos modos ninguno de los condenados allí presentes se iba a librar, ni de uno, ni de dos, ni de cinco sueldos del sueldo diario del Guarda de la acequia porque se les va a condenar igualmente si son infractores, tanto si se presentan como si no, ya que habrá una querella civil para estos últimos. La única prueba es siempre la del Tribunal de las Aguas, esa no falla.

Los Síndicos ya estaban ocupando sus sillas y se distinguía el arpón de latón dorado con dos púas del Alguacil. El Guarda de la acequia de Quart que lo acompañaba, a su lado.

Se alza la voz del Presidente : ¡Denunciats de la Séquia de Quart! Y tuvo que reconocerlo, no le quedaba otra opción. ¿Qué té que dir l' ¿acusat? Es quant tenia que dir? “Este Tribunal li condena a pena i costes, danys i perjuins en arreglo a ordenances”.

El Síndico y el Guarda trazaron una cruz en blanco en la toma de agua del infractor y hasta que no pagó no tuvo agua.

Texto de Amparo Zalve

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