FUENTE: BIVALDI
El Castillo de Ripalda que desde el año 1891 otorgó a la zona una pincelada mágica, como de “cuento de hadas”, para el Plá del Real significó su sello más dorado pleno de fascinación. Verlo y observar su esbelta figura alzada a nuestros ojos mientras cruzabas el puente, era como un recreo para tus ojos.
Resistió el paso del tiempo hasta que en el año 1967 la piqueta, siempre poderosa, lo venció al suelo. Pero, y en paralelo, lo que nos atrae igualmente por su singularidad es el “Ravachol” que a sus pies lo cruza. Un tranvía a vapor, bautizado con el nombre de un anarquista famoso por su atentados, muy acertadamente elegido por los accidentes que producía en sus ocho años de vida, que había entrado en servicio en 1892, y que desde la plaza de Tetuán llegaba hasta el Cabañal.
En la historia del tranvía recorriendo la calles de la ciudad, el “ravachol” lanzando vapor a su paso, tuvo una época de rico anecdotario, ocupando las páginas de la prensa por sus constantes accidentes, en contraste con los tranvías de fuerza, más lentos, que a través del Camino Viejo del Grao se desplazaban ambos hasta el marítimo.
La imagen se completa con el Jardín de Juan Bautista Romero, aunque fue el de Monforte quien popularizó su nombre y hasta nuestros días, construido en 1847.
Con la electrificación de los tranvías, el Ravachol pasó a mejor vida en 1900 y el Palacio de Ripalda seducia el Plá del Real hasta la década de los setenta.
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