Detrás de la Plaza del Mercado. Parte trasera de la Lonja. Calle de la Lonja.
A horas de media mañana, en los recuerdos de los años cuarenta, por los alrededores del Mercado Central el alboroto llegaba a su máximo nivel. Como indicaba la época, las mujeres de oscuro, solo por eso, porque imperaba el luto o en todo caso el alivio luto. Delantal, muchas veces para que la muda durara más tiempo sin estropearse. Las cestas para la compra, los hatillos de tela de sarga, algunos de cuadros combinados de color amarillo y naranja, estos los solían llevar más los hombres.
El paso era apresurado por la Llotgeta, a tan solo unos metros se encontraba la larga escalinata que subía al interior del Mercado.
También abundaban las paradas de frutos secos adosados a las paredes del Mercado frente a la Lonja, perfectamente colocados, y en abundancia, sobre telas blancas en grandes cestos a los que cubrían toldos para evitar el resecamiento por el sol.
El regreso a casa cargados de compra llenaba las calles de los alrededores, se hacían estrechas al paso de la gente, los carromatos y los carros.
Texto de Amparo Zalve
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