Cuando el sol se ocultaba, la ciudad se quedaba a oscuras, la gente desaparecía de las calles para refugiarse en las casas, ya puede uno imaginarse una ciudad a oscuras de cada esquina, de cada rincón, de cada barrio... Pocos quedaban deambulantes por la penumbra acompañando los pasos del Sereno o de los faroleros que iban encendiendo los más tres mil faroles de aceite que llegaron a haber en las calles de Valencia, aunque también hay que decir que sólo los había en las barriadas más elitistas, por lo que el resto de la ciudad quedaba a oscuras.
Llegada la década de los cuarenta del siglo XIX, dos empresarios franceses llegan a Valencia y crean la empresa Lebón, fabricación de gas mediante un producto más barato que el aceite, la hulla. El lugar elegido era el Llano del Remedio. Esto ocurrió en 1844, con horno de fuego directo, tres retortas en un horno, y en otro cinco. Para entenderlo hay que comprender que son las retortas y como se podía obtener el gas. Había que someter el carbón de hulla a altas temperaturas en unos recipientes llamados retortas, que se encontraban dentro de los hornos. Para la retorta hulla de calidad por un eficiente gas y para el horno el coque, que era un residuo de la destilación de la hulla. Al acabar este proceso el gas se depuraba.
Al tiempo, el alcalde de la ciudad, José Campo, adquirió la fábrica, y es cuando el alumbrado llegó a todos los barrios de la ciudad.
Unos cambios en la urbe dieron motivos para que a finales de siglo XIX la fábrica que ya se había quedado obsoleta, unido a que el ensanche de la ciudad ya se tenía que producir, esta desapareció de tal ubicación y la empresa se trasladó de lugar. Se optó porque la mejor zona era la más cercana al puerto ya que la hulla y el coque llegaban embarcados, por lo que el sitio idóneo fue entre el Camí Fondo del Grau y el Camí Vell.
Y ahí quedó hasta finales de los años ochenta del pasado siglo, abasteciendo de energía a toda la ciudad.
Texto de Amparo Zalve
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