La entonces plaza Caudillo de mediados los cincuenta se nos antoja hermosa. La arboleda se ofrece cual cenefa vegetal en todo su esplendor. A pesar de ocultar los accesos de ascenso a la tortada de Goerlich, no le resta un ápice de belleza a la perspectiva que muestra la plaza, en todo caso la mejora.
El Gran Hotel y Fonda España llamado a desaparecer a la espera de un nuevo edificio que armonizara con el resto, una vez desaparecida la Bajada de San Francisco, no iba a ser más que una asignatura pendiente que ha llegado ha llegado a nuestros días, sustituido por un "edificio horroroso" como señal de mal gusto.
A la espera en la actualidad de que una nueva transformación de la plaza consistorial se lleve a término, surge el recuerdo de la obra de Goerlich, y voces sensibles claman porque el sello de su “tortada” de una u otra forma impere en su entorno.
De lo que no hay duda es de la necesidad de una inmensa arboleda como lugar de sombra al paseante que en todo caso y en su belleza serían luces de esplendor al centro neurálgico de la ciudad.
Nuestra plaza del Ayuntamiento merece este trato y los actuales munícipes deberían estar a su altura.
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