martes, 2 de abril de 2024

AÑOS CINCUENTA EN CIERTOS LUGARES DE VELLUTERS

 

Foro Remember

Imagen de finales de los años cincuenta o ya en los sesenta, que muestra una calle del barrio de Velluters, concretamente la calle de La Rejas. Al fondo la calle Pie de la Cruz.

Hora temprana de la mañana cuando al céntrico barrio de Velluters acudían, como si de una peregrinación se tratara, hombres necesitados de aliviar sus instintos más naturales. La calle Viana, En Bany, Recaredo, Torno del Hospital, Maldonado, Balmes, la de las Rejas... y todas las que en su pecado se enfrentaban con la devota y muy cercana Iglesia de los Santos Juanes.  Un "barrio chino" que se saturaba en los años cincuenta y sesenta merced a las “señoras que se hacían señores”. Los festivos acudían más los pueblerinos de alrededor, para los que el elixir de la vida no se lo daba el pueblo.

Era la hora del mediodía cuando pudo acudir. Le había gustado con la que estuvo la semana anterior, le habían hablado otros de ella, entre quienes se preguntaban, pero como hábil conocedor de probar nuevas cosas se dispuso a acudir a la Puerta de Hierro que estaba en la calle Viana, una escaleta con tres plantas y en cada una de ellas habitaciones. Alguna que otra vez también conoció a las putas del bar La Mina. Recuerda el anillo que le enseñó una de ellas, acabado de comprar a un vendedor de los que frecuentaban el barrio, porque eran oportunistas en la venta de joyas para las mujeres que siempre querían, la mayoría, estar bien arregladas, con sus pelos de peluquería, bien vestidas y arregladas para la ocasión.

Esta vez no sabía si estaría con una casada, porque muchas de ellas lo eran, y sólo iban en turno de mañana, por eso de que el resto del día se ocupaban de sus casas.


Foto de Joaquin Collado

Hasta llegar al lugar se cruzó con más de una docena de putas que aguantaban la mirada de más de dos docenas de hombres que admiraban sus voluptuosas formas o apoyadas en el quicio de puertas como la del bar Toledo, Pere, la Mina o Coral. Putas que cruzaban la mirada provocativa, pero a la vez inquietas, porque aunque la policía era permisiva, cuando aparecía uno de estos corría como la pólvora la palabra ¡Agua! Ya que a veces se prohibía que deambularan por la calle.

Llegado el momento, y antes de subir las escaletas preguntó: ¿Cuanto? “Tanto y la cama”. En este caso fueron 25 pesetas y un duro más por la cama, y el pago por adelantado. Tienes 15 minutos, al minuto dieciséis picaré a la puerta, decía la encargada. Se cerró la puerta y de inicio el bidet, así era en todas las casas del Barrio Chino. Lo de puerta a dentro ya no se cuenta.

La semana siguiente coincidía que era su cuarenta cumpleaños y celebrarlo a lo grande significaba hacerlo en la Casa de las Francesas. Acababan de llegar y se habían instalado en la calle En Bany. Allí estaban las mejores. Iría a un salón revestido de espejos y le ofrecerían un desfile de mujeres vestidas de manera provocativa, de insinuantes formas bajo telas medio transparentes. Habían pocas en aquella ocasión, solo tres o cuatro, pero sabría elegir bien su propio regalo de cumpleaños.

Ni opino, ni desmiento, tan solo me informo y escribo.

Texto de Amparo Zalve

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