sábado, 16 de diciembre de 2023

PAGANDO TASAS: FIELATO

 

                                 Fielato a la entrada del puente del Mar

Pagar y pagar... y porque viene de antiguo. Si nos remontamos a la época de dominación árabe, las casetas para el pago de los arbitrios municipales se presentaban en los caminos, en la entrada a los pueblos y de las ciudades, y podríamos decir que se sustituyeron por los fielatos, que cobraban a los forasteros unas tasas por los géneros que transportaban para su venta.

Como se hacían llamar en el siglo XVIII, en los “derechos de puertas” se cobraba por penetrar las puertas de la muralla, y sobre todo ya los años 1886 y 1887 del siglo siguiente, fueron críticos para los comerciantes o para los labradores que pretendían introducir mercancías en los municipios a través del fielato, algo que resultaba tremendamente impopular, ya que los consumistas se veían afectados.

¿Pagar más por llevarse a la boca un huevo y un trozo de pollo? ¡ No, no!.

A fulanita se le ha multado con 50 pesetas por vender leche adulterada, porque le ha añadido el 30% de agua. Eso a la que no se le pillaba, porque los inspectores eran de difícil engaño. El densímetro en mano para introducirlo en el perol. Las supuestas embarazadas, los dobles fondos en los carros, y más y más picarescas.


Parada obligatoria en el fielato de Manises. 1940.

Cuando llegó la Guerra Civil se agravó todavía más el paso por el fielato. Mala época, años en que se le daba la vuelta a la chaqueta cuando el exterior se gastaba, y que las marcas de los camales de los pantalones ya eran de dos o tres generaciones anteriores. El que fumaba, porque muchos debían demostrar su hombría fumando, secaban hojas de higuera, otros añadían sucedáneo al café, y al jabón le mezclaban resina con sebo, todo de manera artesanal con tal de saltarse los impuestos. Si es que por un litro de aceite se llegaba a pagar 100 pesetas (me suena), y el kilo de azucar a 25.

Ahora, que como apareciera un camíón cubierto por un toldo de lona, la chiquillería, que estaba al quite, igual tenían panojas para unos cuantos días.

Parece que todo acabó definitivamente en el sesenta y tres, al menos las casetas.

¿Pero los arbitrios acabaron?

Texto de Amparo Zalve

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