viernes, 15 de septiembre de 2023

RECUERDO PARA UN CRUCE

 

Una foto para la nostalgia de las que todavía recordarán algunos. Una entrada a la plaza del Caudillo desde la confluencia de la Avenida de María Cristina y la calle San Vicente.

Época en la que todavía, y como tras una guerra, a Valencia aún le quedaban resquicios de lo ocurrido. Época difícil para la ciudad que poco a poco iba recuperando su esplendor. Corría el año 1953 y los grandes Almacenes Rey Don Jaime, de tejidos y confección con ventas al mayor y detall, se habían establecido desde hacía algunos años ya en el número 29 de esa plaza del Caudillo así denominada en el momento de la fotografía, en un edificio de planta baja, entresuelo y seis alturas más, que termina en una torre cuadrada con zona redondeada en lo más alto. Edificio construido por el arquitecto Javier Goerlich.

Frente a él otro edificio totalmente diferente en estilo, construido y terminado dos años después del anterior. Su arquitecto Joaquín Rieta Síster quiso darle fuerza al Art Decó, de planta baja, siete alturas y ático con torre en su extremo izquierdo. Compitiendo en ventas albergaba Casa Gil. Curiosamente los dos edificios tomaron el nombre de los almacenes: Edificio Almacenes Rey Don Jaime y Edificio Casa Gil.

En el mismo edificio Rey Don Jaime se ve con morriña el anuncio de la academia Hispano Olivetti donde se tomaban clases de mecanografía y taquigrafía que demandaba la época para el aprendizaje del uso rápido del teclado en aquellas máquinas de escribir antiguas de las que a golpe de tecla saldrían formadas las secretarias de cualquier despacho, ya que era uno de los pocos sitios al que podía aspirar una mujer, o alcanzar un puesto de administrativo para un hombre. 

Entrevías de tranvía, porque todavía era el centro de los tranvías de Valencia, el coche se había convertido en rey, los ciclistas eran vilipendiados por los conductores pero era una forma de vida y de trabajo para el que podía optar a ella, incluso las había ya con motor de mosquito.

Los coches circulaban a sus anchas por la plaza. Coches Goggomobil que habían hecho su aparición en Valencia, cuyas prestaciones eran más propias de un ciclomotor. Un microcoche de posguerra que acabó con él la llegada del Seat 600 a final de los cincuenta. Se juntaban con él, Opel antiguo, Ford V8 y los conocidos Topolino.

Texto de Amparo Zalve

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