lunes, 26 de junio de 2023

¡ A TOMAR LAS AGUAS !


Se abre la temporada estival para “tomar las aguas” y los pobres, y los no tanto, los que están delicados, y los que no lo están acuden a los manantiales del interior de la provincia de Valencia en busca de alguna panacea para recuperarse de sus dolencias, y porqué no, los más pudientes de paso alternar en los que ya eran toda una institución de la época como Balneario, y disponían de salas para conferencias, conciertos, y casinos para juegos.

Era el siglo XIX cuando los balnearios desarrollaron todo su esplendor, pero eso sí, hasta que las aguas del manantial no eran declaradas de utilidad pública no se hacía balneario. En primer lugar quiero citar, y de ellos hablaré así, que los visitantes se llaman agüistas. Si que es verdad que a la previa del balneario como manantial acudían los agüistas en condiciones poco favorables sin temer a males mayores para su salud. Hay que tener en cuenta que el cuerpo a remojo ya es historia de la humanidad, porque muchos de estos lugares eran transitados por los romanos y árabes en busca de propiedades curativas con aguas mineromedicinales que surgían de entornos naturales, el “vamos a respirar aire puro” y de paso nos curamos.

Y aparece una legislación. Se crea el cuerpo de médicos Directores de Baños y Aguas Medicinales, aprobándose en 1817 el primer reglamento, y 10 años más tarde se establece la Asociación Nacional de la Propiedad Balnearia, formando parte obligatoriamente todos los propietarios de manantiales y balnearios de aguas mineromedicinales. Las condiciones, pues, que tenían que estar rodeados de bosque o jardines, la mayoría con instalación hotelera, instalaciones balneoterápicas, o de curas de agua o inhalatorias.

Vuelvo a decir que todo balneario comienza con un manantial como es sabido, y recalco esto porque solo voy al inicio de los balnearios del siglo XIX sin citar las posteriores modificaciones de cada uno de ellos. Ni tan siquiera las propiedades de sus aguas, ya que casi todos se amoldaban a todas las necesidades de los agüistas: Enfermedades hepáticas, del riñón, de la piel, del aparato digestivo, de vías urinarias, anemias, afecciones de reuma, vías respiratorias, y eso sí, decían que solo las bicarbonatadas y de débil mineralización eran aptas para las afecciones cardíacas. De las aguas del manantial se bebía y se bañaba.

Hervideros de Cofrentes:

Constituido por una balsa de 49 metros cúbicos en la parte inferior del edificio principal. En la planta baja nos sorprende una gran sala con una barandilla que cerca una trampilla que se abre para observar el desprendimiento carbónico del manantial. Al lado hay un mostrador con una bomba para elevar el agua y distribuirla a los agüistas.




Balneario de Bellús:

Aprovechando las aguas de la fuente de Alfama, de seis mil litros por minuto de caudal. En inicios se construyó un primer edificio de baños con un solo piso donde se alojaban en muy malas condiciones los agüistas, tanto era así que solo se alojaban personas de pocas posibilidades, y alguno más pudiente en las cercanías, en Bellús, Guadasequies, Beniganim, y Sant Pere. En los bajos hay cinco balsas junto al nacimento de las aguas, cobrándose 2 reales de vellón por cada baño. Hubo que esperar a 1878 para que se añadieran construcciones nuevas, cuando las aguas fueron declaradas de Utilidad Pública.


Manantial de Siete Aguas:

En el centro del pueblo y se han creado unas cuantas fondas para hospedarse, al igual que los que han podido han hecho allí su segunda residencia. 

En 1966 se tenía que beber en el mismo lugar que abrevaban los caballos, aunque se demandaba al menos un caño para el uso.

Tal y como se ve en la fotografía inferior, el manantial salía del fondo de un depósito con paredes de mampostería y de cuatro metros de profundidad. Pero era tan escueto que cuando acababa el baño no había ni donde vestirse, ni ropa que ponerse (eso era para los pobres). Las condiciones no eran nada buenas y dos años después, en 1968, se enviaron a Madrid unos planos de un edificio cubierto, con sala de espera y habitaciones con pilas de mármol unas, y otras con azulejos, para los baños, una leñera y una caldera para calentar el agua. Ni con esas reunía el balneario todas las cualidades que se consideraban para una casa de baños, así que en 1882 todavía estaba el abrevadero, y el listo del propietario usaba el salón de recreo para uso particular. Hasta hubo una epidemia de cólicos de los que usaban sus aguas. Todo ello hizo que la concurrencia fuera cada vez más baja y a finales de siglo ya era prácticamente nula.



Manantial de Chulilla:

Se construye un establecimiento hotelero y cuatro viviendas de seis habitaciones cada una, con amplio comedor con chimenea en zona común, una cocina y un servicio.


Balneario de Fuente Podrida:

Todo empezó por una fuente en el término de Requena que se le llamaba Podrida, por el mal olor que desprendían sus aguas, una fuente que frecuentemente y de continuo sufría de inundaciones por las crecidas del río Cabriel, para lo que los vecinos construyeron un muro de piedra y cal. Las aguas iban a una balsa donde se cocía esparto y cáñamo. Pese a la pestilencia de sus aguas se reconocieron por su alto poder curativo, y las obras de un establecimiento se finalizaron en 1869. Se dividía en dos partes, una que tenía en su parte central el manantial con una puerta, y la otra cuatro habitaciones con calor y bañera. En 1896 ya se habían instalado hidroterapia, pilas de mármol, y una gabinete de pulverizaciones e inhalaciones. Una fonda con precios reducidos y cocina económica.



Así que, al que le entren ganas de ser aigüista, decir que la temporada para el novenario ya ha empezado. A por los baños y duchas de nueve días de duración y recuperar fuerzas para la entrada del invierno.

Texto de Amparo Zalve

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