La familia Exarch tuvo una presencia muy activa para la ciudad. Algunos de sus miembros ocuparon cargos tan destacados como el de mustasaf, de jurado, de inquisidor de oficiales, Conseller de la parroquia de los Santos Juanes y Manuel de Exarch como Conseller Real cuando asesoró al gobierno de Juan de Navarra.
La calle estrecha, sinuosa y alargada forma parte del trazado de las demás manzanas de la zona, de hecho paralela a ella está la calle Beluga que desemboca en la plaza de la Ciudad de Brujas, lindando la parte trasera de los palacios. Cosa que ocurría con el resto de las calles hasta que se urbanizó la Avenida del Oeste.
De una sola casa señorial que era en un principio se dividió en varias viviendas, quedando el conjunto formado por cinco palacios, aunque con el tiempo los que tenían el número 9 y 11 de la calle se desvincularon. Los palacios ya formaban la numeración impar 3, 5, 7, 9 y 11. El 11 desapareció y en su solar se construyó un nuevo edificio, mientras se conserva el portalón de entrada. De los números 3, 5 y 7 hay que decir que aunque con las sucesivas renovaciones se contemple la fachada desigual, la zona interior sigue formando una casa única. Imaginemos en el tiempo la estructura interior y todos los detalles que podía tener un palacio barroco que se precie. Se dice que una de las escaleras tenía en el inicio la figura de un león del que solo queda ahora la cabellera.
Varias remodelaciones son las que tuvo con el paso de los años. En el siglo XVII con una de ellas y ya en el XIX fueron compradas por la familia del que fue rector de la Universidad, Pérez Pujol, fue la número 7 donde allí falleció en 1894. Otra reforma fue en el siglo XVIII, donde cabe destacar la cocina que se vistió de azulejo valenciano y una capilla para San Ignacio de Loyola en el número 3. Desde la plaza Don Juan de Vilarrasa aún se puede observar en el patio jardín un reloj de sol.
El motivo de la capilla en relación al Santo se debe al alojamiento en su visita a Valencia en 1535.
Otro dato importante es que las Hermanas Capuchinas que estaban en Valencia desde 1930, tras la Guerra Civil, en el cuarenta y uno se trasladaron al número 9 del palacio, estableciendo el colegio “Jesús, José y María”, lo que duró hasta 1973. Desde 1979 hasta 1985 acogieron a las jóvenes de la Colonia San Vicente Ferrer, reformatorio, para su formación académica y posterior inserción laboral. Hasta hace poco, año 2022, todavía estaban allí, pero como la vocación religiosa es escasa y solo quedaban cinco monjas residentes en Valencia, lo vendieron .
Poco queda ya de aquel precioso palacio, de sus ventanas, balcones, portadas, de sus higueras y palmeras.
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