La ciudad de Valencia esperaba con ansia la vuelta de la valenciana Pepita Samper tras el certamen de “Señorita España”que se acababa de celebrar en ese año de 1929. En esos momentos las participantes vestían del atuendo típico de su ciudad, así que la muchacha se vistió de labradora valenciana. Tremendo el recibimiento por parte de la ciudadanía y de las más altas representaciones de la terreta. Lo Rat Penat organiza un homenaje el 2 de marzo , tan cercano a la fiesta fallera que la que había sido acogida como una reina se convierte en eso mismo durante los festejos, en una reina para las fallas. Con ello se dio el pistoletazo de salida a la representación de la mujer fallera.
Pepita Samper
Hasta llegar la denominación como Fallera Mayor tuvieron que pasar años. En 1931 se conocía como Reina Fallera, en el 32 Belleza Fallera y ya en el 33 la fallera más fallera de toda Valencia, la Fallera Mayor.
Las once bellezas elegidas en los Viveros. LP
Fue entonces cuando se tuvo que crear un traje para tal fin, uno específico que estuviera inspirado en las labradoras valencianas.
Fallerita de final del siglo XIX
Fotografía coloreada de fallerita de principios del siglo XX
En un primer momento se basaban en las modas del momento, incluso se hacían trajes elegantes para los actos oficiales, lo que se llamaba “traje de miss”, afortunadamente esto duró poco.
Leonor Aznar Carceller, Fallera Mayor en 1933 con traje de gala
Lo infortunado apareció en los sesenta cuando se impuso un traje oficial para ellas y para ellos. Podemos recordar los vestidos cortos por arriba de los tobillos con zapatos provistos de grandes borlas de color acorde al vestido y los moños altos con la peineta trasera de grandes dimensiones, o los trajes negros que llevan los falleros con amplio fajín y escudo centrado de la comisión. Hasta alguna comisión fallera fue sancionada por saltarse las normas.
La suerte es que al llegar a los 70 la tendencia fue de retrotraerse hacia los antiguos trajes.
Actualmente, aunque siempre hay mezcolanza, se tiende a reproducir cada vez con más fidelidad el traje de labradora antigua como el representante de la fallera actual. En boga está el traje dieciochesco o el del siglo XIX. Pero ser fiel a ellos no es llevar moños laterales para el del XVIII, ni falda con vuelo. Ni tampoco un traje vistoso para el XIX, sino austero y con toquilla.
Valenciana del siglo XIX con mantilla
Texto de Amparo Zalve
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